Segismundo García renuncia a una finca porque solo le aporta impuestos y disgustos

El empresario pontenovés cede al Estado la parcela comprada a los Villaamil en Vilameá, al reclamar vecinos y Concello quitar la vegetación
La finca abandonada en Vilameá, con la Serra de Marcos al fondo. DV
photo_camera La finca abandonada en Vilameá, con la Serra de Marcos al fondo. DV

Segismundo García no da el brazo a torcer ante el "leviatán estatal" y lo que considera excesivo intervencionismo en las propiedades particulares. Ahora responde con una decisión inusual a los requerimientos para que limpie y desbroce una de sus parcelas en A Pontenova, la que perteneció en Vilameá a la familia de tabaqueros Villaamil en Cuba y había comprado en 1982 en su época de constructor, con objeto de levantar una nave. Segismundo ha renunciado notarialmente a la propiedad, al amparo de la Ley de Patrimonio de las Administraciones Públicas, para que sea el Estado quien se haga cargo de la parcela abandonada, habida cuenta de las reclamaciones de vecinos y el Concello para que la limpie y desbroce. Él dice que media una pista entre la finca y las casas, es un lugar con "patrimonio medioambiental" a considerar. Se queja de impuestos y disgustos, además de la acción de un sistema político que "constriñe y condiciona hasta límites difícilmente asumibles las economías particulares".

La parcela de 5.000 metros cuadrados rodea la también abandonada Serra de Marcos, en el barrio de Fontela donde los Villaamil (con descendientes hoy en Miami) tenían más caseríos y propiedades. García derribó en su día otra edificación abandonada, muy conocida en el pueblo pues en ella atendió de antiguo el dentista Ángel Sicart, padre de Manuel y Ángel. Segismundo renuncia a la propiedad de la finca "sin colindantes y rodeada por un camino vecinal, por la animadversión de algún vecino obsesionado con la posibilidad de que un posible incendio pueda ocasionar daños a sus propiedades, por cierto, construidas sin las licencias oportunas".

"Si bien, tal imponderable pudiera acontecer, como a la inversa —argumenta Segismundo—, resulta insólito el interés y la abnegación de la alcaldía en que se proceda a la limpia y corta de la floresta que invade la finca, permitiendo en su salvaje desarrollo el anidamiento de varias especies protegidas como el aguilucho cenizo o el chorlitejo patinegro, así como el crecimiento de insólitos arbustos autóctonos como el teixo o el salgueiro, por no citar la gran proliferación de setas romangordo o boletus edulis, así como en su subsuelo la abundancia y profusión de lumbrícidos y tálpidos que verían su bienestar dañado irremisiblemente".

Puestos al habla con el alcalde, Darío Campos confirma que hubo denuncia vecinal. "Un ano desbrozámola nós e agora abríuselle un período de alegacións de 15 días, outro de execución, e multa".

Segismundo García: "Este humilde y descreído súbdito se ve incapaz de proceder al desbroce"

Segismundo García, dueño de Sargadelos. AEPAl renunciar a esta propiedad, por la que en su día pagó un millón de pesetas cuando todavía estaba soltero, García quiere llamar la atención sobre si el caso afectara a alguien que gana 800 euros al mes, cuando el desbroce cuesta mil cada año. Ve una contradicción que para una tala particular se necesiten multitud de permisos de distintas administraciones y, en cambio, ellas puedan regular y prescribir de inmediato la eliminación de vegetación.

"En Galicia serían necesarias —explica—, hasta seis autorizaciones o permisos que el ayuntamiento, en su afán coercitivo y recaudador, elude. Este humilde súbdito, descreído y achacoso por la edad y por las innumerables servidumbres administrativas y estatales que ha tenido que padecer, se ve incapaz de proceder al prescrito desbroce".

Desde el Concello aseguran que en un principio se planteó la cesión al Concello pero en su procedimiento de abandono ante notario Segismundo asegura que "con tal renuncia quiere también el otorgante poner de manifiesto lo contradictorio y absurdo de un sistema político que permite la propiedad privada pero, al mismo tiempo, la grava, la limita, la constriñe y la condiciona hasta límites difícilmente asumibles por unas economías particulares cada vez más debilitadas e intervenidas por el leviatán estatal".

"Hay bienes y propiedades —abunda el empresario—, que lo único que ocasionan a sus titulares son impuestos y disgustos. Por suerte ya me quedan pocos años de vida, pero agradecería poder ver lo que ocurra cuando el contribuyente se harte". La finca a la que Segismundo García renuncia se encuentra "libre de cargas y gravámenes, y al corriente en el pago de contribuciones e impuestos" y declara expresamente que la finca se encuentra al corriente del impuesto de bienes inmuebles.

Sobre el lugar, que en la historia reciente guarda recuerdos agrícolas, industriales y de emigración, García escribe otro capítulo cuando en Vilameá, con mucha pradería, ya no se ve una sola vaca.

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