Edgar Goás, 'Wedo', un pontés que lleva su muralismo alrededor del mundo

Afincado en Barcelona, es una de las nuevas firmas de una disciplina artística que dejó atrás todos los prejuicios 
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photo_camera Edgar Goás, 'Wedo'. EP

El arte callejero dejó de verse como un acto vandálico para convertirse en una disciplina que no deja de crecer y de llenar cada vez más muros y más grandes, en las principales capitales y en los pueblos más perdidos. El muralismo está en auge, y el pontés Edgar Goás, Wedo, es una de las nuevas firmas que da vida a las paredes.

Pese a llevar pocos años en esto, los trabajos de Wedo -el nombre artístico que mantiene de cuando "era chavalín en As Pontes"- salpican muchos y diversos lugares. Y el reto es seguir sumando. "Hay un millón de sitios en los que me gustaría pintar. Llevo poquito en el muralismo y me gustaría entrar más y poder conocer a gente, conocer mundo y participar en proyectos de grandes fachadas internacionales", dice el pontés.

Siempre vinculado al mundo del arte, estudió Serigrafía en Lugo, Ilustración en A Coruña y Bellas Artes en Barcelona, donde reside desde hace ocho años -ahora tiene 30- y donde acaba de abrir, junto a otros, La Séptima, un estudio de diseño y grabación musical que no se cierra a nada. "Soy ilustrador, diseñador, escenógrafo... Pasan artistas de muy diversos ámbitos y nunca sabes lo que te van a pedir. Hay que ser polifacético", dice un joven que siempre tuvo claro lo que quería. "Dibujaba desde muy pequeñín", recuerda. Pero el folio se le fue quedando pequeño.

2021041013262055882"En la carrera conocí a Slim, que me metió en el mundo del muralismo. Había hecho algo antes y retomé con el As Pontes EnPezas", un proyecto en el que tiene dos intervenciones, 'Hai un galego na lúa', en la Avenida de Galicia, donde la sombra de la vaca y el hombre que observan, de espaldas al caminante, deja el muro para ocupar la acera, y 'García Rodríguez', un imponente mural en la misma calle que devuelve al presente al señor feudal que concede, todavía hoy, los apellidos a su localidad natal.

"Pintar en casa impone mucho más, pero hace que sea más bonito. Te conoce todo el mundo, tengo mucho más respeto y más cariño", dice, mientras habla de otros proyectos, que van de Barcelona a Salamanca y a pueblos remotos de media España, así como fuera de las fronteras -con Slim llegó a pintar en Bielorrusia o Moscú-. "Había proyectos en otros países, pero por temas covid se frenaron. Se notó muchísimo porque se cancelaron muchos festivales", explica, mientras asegura que si tiene que elegir una obra siempre escoge la última.

"Las anteriores te van enseñando algo", dice. Y habla de un trabajo en el Poblenou Open Day de Barcelona en el que representó un parque infantil visto desde arriba, donde también juega con las sombras. "Fue una experiencia muy buena, varios muralistas y mucho ilustrador juntos en un montón de espacios artísticos", dice.

2021041013262197098"Esto es algo bonito, vamos a pintar a un festival de la cordillera francesa, se junta un montón de gente en un pueblito y se recibe muy bien. No se ve desde los ojos de algo vandálico, sino de una obra de arte. El muralismo está viviendo un buen momento y está teniendo mucha visibilidad. Cambia mucho el paisaje, abre diálogos..."», defiende, al tiempo que asegura que "hay mucha gente buena y una gran cantera".

"Hay mucho buen pintor que hace mezcla de técnica clásica, como óleos gigantes", dice. Y es su objetivo cuando pinta, "siempre con pintura plástica y brocha gorda". "Me gusta el trazo marcado y que parezcan cuadros gigantes", explica, mientras resalta la importancia del encaje -"si las proporciones están mal el resto irá mal"- y el mundo al revés para el que observa: "Cuanto más grande es el muro, más fácil es. Si te desvías un metro apenas son centímetros desde la calle. En algo pequeño el detalle se nota mucho más".

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