Marcelino Mosquera: "Los mayores se deterioran más con el aislamiento"

En plena segunda ola, el responsable de geriatría del Centro Hospitalario Universitario de Ferrol y profesor de Medicina en la Uned Sénior Terra Chá-Eume asegura que la pandemia debe hacernos reflexionar sobre los cambios que necesita el sistema sanitario y acerca del valor que tiene la gente de más edad
Marcelino Mosquera. EP
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Lleva muchos años dedicándose a la Geriatría y está acostumbrado a convivir con la muerte y a hablar de ella, pero la pandemia puso a sus pacientes, los mayores, en la diana. Aún así, y por encima del miedo, defiende que hay que cuidarlos pero no dejarlos solos, y pone de ejemplo algunas iniciativas como la Uned Sénior Terra Chá-Eume, en la que ejerce como profesor de Medicina.

Ser geriatra ante el covid no debe ser fácil, cuando los mayores fueron el colectivo más vulnerable. 

Es cierto que vemos un problema, la alta mortalidad que sufren los mayores, que se debe sobre todo a la comorbilidad, porque son pacientes que tienen muchos años y múltiples enfermedades. Y eso hace que sea más fácil que el covid-19 les afecte. Y sobre todo nos llamaba la atención el problema de las residencias, que es ahí el foco, donde hay prevalencia de demencias y síndromes geriátricos, y los mayores son frágiles, vulnerables y una infección de un virus que aparece en forma de pandemia se los lleva.

¿La pandemia demuestra que hay que hacer cambios? 

Hay que hacer cambios. Las residencias son un recurso administrativamente social pero que lleva asociado un componente sanitario, y hay personal cualificado contratado pero no cubre las 24 horas y no están concebidas como centros hospitalarios y no disponen de espacios habilitados para un aislamiento o para hacer rutas. El componente sanitario es deficitario, y hay que llevarlas a un integración sociosanitaria, el modelo que tenemos que tener. El cambio se lo debemos a la sociedad, y a esta generación de supervivientes que ha visto muchos muertos en su entorno y que vivió una Guerra Civil, una dictadura, dos crisis económicas... Tenemos que preocuparnos por ellos.

La integración de lo sanitario y lo social es el camino y el cambio se lo debemos a una generación de supervivientes

Al principio el covid era como algo ajeno a muchos porque afectaba a los mayores. ¿Se les valora poco? 

Al principio sí pero ahora vemos que el coronavirus no respeta a nadie. Y a los mayores debemos valorarlos más y aprender de ellos, son la gente que nos hizo estar donde estamos y hay que considerarlos y escucharlos. No les hicieron caso en la A-8 y tenían razón (ríe). 

Hablaba de las residencias, y el sistema sanitario, ¿también necesita cambios?  

La integración de lo sanitario y lo social es el camino. Tenemos un sistema sanitario potente pero también necesita cambiar y rápido, adaptarse a la cronicidad, y un sistema social endeble, que no apoya a las familias. Hay que apoyar la Primaria y los domicilios. 

En el hospital trabaja en la unidad de cuidados paliativos. ¿Qué es lo más duro de la pandemia? 

Es la atención al final de la vida y es problemático porque tenemos que aplicar tratamiento para pacientes que no sobreviven al covid, que no son capaces de superarlo porque la reserva fisiológica que tienen es menor y las manifestaciones que hace el covid, con una tormenta inflamatoria a nivel pulmonar, a veces son tan severas que hacen que ingresen en Uci y mueran. Lo que tenemos que proporcionar es una buena muerte. Pero a veces el problema es la familia, el despedirse, la soledad... 

A nivel psicológico, cómo está influyendo todo eso? 

El sufrimiento emocional de las familias es muy importante y aquí, con todos los equipos de protección, intentamos que se puedan despedir, darles apoyo y ayuda. Es fundamental.

¿Falta concienciación, caló en sociedad o aún se asumen riesgos? 

Hay de todo. En gente caló el miedo y las medidas de protección y hay otros que no se lo creen. Hubo una iniciativa muy importante en el País Vasco que enseñaban a los universitarios una Uci por dentro y eso hace mover conciencias, cuando ves a los pacientes boca abajo, intubados... Y a veces no gente muy mayor, que los ingresas y están bien y a las tres horas te están pidiendo oxígeno. 

El sufrimiento emocional de las familias es muy importante y aquí, con todos los equipos de protección, intentamos que se puedan despedir, darles apoyo y ayuda

Entre sus pacientes, no solo los positivos en covid, ¿siente el miedo?

Hay miedo, respeto. Y hay otra cosa muy importante y lo vemos en la Uned Sénior, que es el confinamiento. A veces produce bastante alteración emocional esa soledad. Entre los alumnos ves como necesitan apoyo y que las clases pueden ser un alivio importante cuando se sienten tristes, estresados, con miedo, enfadados... 

Es difícil encontrar el término medio cuando nos mandan proteger a los abuelos. 

Si sigues las reglas no tienes por qué tener problema, nosotros reabrimos la escuela en la Uned Sénior. Se puede juntar gente manteniendo las distancias. Los pacientes mayores no llevan bien el estar aislados, se deterioran más. Y hay que estimularlos.  

A nivel profesional y personal, ¿qué es lo más duro de la pandemia? 

Las horas de trabajo cansan, doblar guardias... y el trabajo de comunicación. A veces no ves la salida, pero la hay porque la historia es cíclica. La gripe española duró dos años y esta durará año y pico. Las muertes agotan muchísimo, te ponen triste, y el único agradecimiento es que sea una buena muerte.

¿Cuál es la buena muerte? 

¿Cuál es? ¿Sin dolor, en tu casa, con los tuyos? Hay muchas cosas. 

¿Qué lección nos deja el covid? 

Que deberíamos unirnos más, comunicarnos y ver lo frágiles que somos. Ayudarnos y vivir al día. 

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