El guitarreo eléctrico tiene sello pontés

Javier Moldes lleva 20 años sacando rock de la madera, y aunque reconoce que el guitar hero ha desaparecido, ve futuro para el sector

Javier Moldes, en su taller, con la primera guitarra que creó, una réplica de la de Brian May. C.ARIAS
photo_camera Javier Moldes, en su taller, con la primera guitarra que creó, una réplica de la de Brian May. C.ARIAS

ALGUNAS VOCES hablan del ocaso de la guitarra eléctrica -la caída de grandes marcas como Gibson o Fender o las dificultades de las casas de luthiers-, pero él mira al futuro seguro. El pontés Javier Moldes lleva 20 años sacando rock de las maderas y, aunque reconoce que la figura del "guitar hero" y el «solo épico» ha desaparecido de muchas bandas, ve en la evolución de la música y los tiempos la superviviencia del negocio.

«Es como cuando dijeron que desaparecerían los vinilos y están volviendo o que internet no dejaría espacio al papel», explica. «La guitarra eléctrica no está muerta, quizás no tiene la imagen de modernidad de los 60 o los 80 y ya no es un instrumento fundamental, sino complementario, pero sigue viva», asegura.

Su primera guitarra fue una réplica de la de Brian May. Diseñó para Alberto Cereijo y reparó las de Iván Ferreiro o Xoel, entre miles

Moldes llegó al mundo del guitarreo eléctrico por pasión y al de la luthería por necesidad. Zurdo, sufrió la desigualdad musical en los 90. «Siempre estuve más limitado, había pocas guitarras donde elegir y o muy malas o muy caras. En 1998 encargué una en una tienda de A Coruña. Iba cada tres semanas a preguntar para no hacerme muy pesado y un día cuando llegué había un cartel de cerrado y ningún número», dice.

Ellos desaparecieron del mapa y él empezó su mundo fijándose en su "guitar hero" fetiche, Brian May. «Él se había fabricado su propia guitarra, que había apoyado el sonido de Queen», dice al recordar la semilla que lo convirtió en uno de los pocos luthiers de guitarras eléctricas que hay en Galicia -calcula que con él habrá unos cuatro-.

Tenía conocimientos «cero», pero mucha ilusión y un internet «muy rudimentario» le abrió la puerta.

Entre los amigos cibernéticos, madera de Severiano, compras a EE.UU., el destripe de su guitarra y la ayuda de un luthier de violines nació su primera creación, copia de la de May. Y de ahí su profesión.

«Sonaba bien, y eso que te dicen que la primera es de colgar en la pared», bromea. En 20 años pasaron por su taller inifinitas guitarras -«no sabría decir si más de 4.000 o 7.000»- y creó unas 45 de cero. «Alberto Cereijo, bajista de Los Suaves, fue la piedra angular de mi carrera. Me dio la confianza y ayudó a que muchos otros confiasen », dice, y habla de músicos, menos conocidos y «muy buenos», que tocan guitarreos con sello pontés por toda España, Suíza o Francia, y de los que dejan en su manos sus tesoros más preciados.

«Grupos de rock de todo tipo. La mayoría de los gallegos», dice, y deja caer algún nombre como Iván Ferreiro y su hermano, Amaro -exPiratas-, o Xoel, de Deluxe; alguna petición extraña, como una réplica de una guitarra en forma de estrella con la que Abba tocó "Waterloo", y algún reto, como un bouzouki eléctrico para otro pontés, Jorge Iglesias.

«Hay de todo tipo de clientes pero cuanto más experimentado es el músico, menos trabajo te da», dice un artesano que no rechaza la modernidad. «Hago todo muy manual pero no descarto la tecnología si implica homogeneizar pasos críticos», dice, al tiempo que se adentra en un oficio «esclavo» que requiere jugar con «una ecuación muy complicada» que conjuga al menos cuatro elementos -tres tipos de madera para el mástil, el diapasón y el cuerpo, y la electrónica-.

«Se puede vivir de esto, pero hay que trabajar y reparar mucho», dice. Llaman a la puerta. Un joven viene a recoger su guitarra. Nuevo rock con sello pontés.

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