De encierro mexicano a chairego

Xosé García, que trabaja en una plataforma petrolera, pasó más de 70 días en el mar y una semana en un hotel de México por la crisis del Covid-19. Ahora toca cuarentena en Saavedra
Xosé García en su lugar de trabajo. EP
photo_camera Xosé García en su lugar de trabajo. EP

Cuarentena al cuadrado es la que le ha tocado pasar a Xosé García, un vecino de la parroquia de Saavedra al que su trabajo en una plataforma petrolera de Pemex lo obliga a pasar más de un mes en el mar mexicano, regresar a tierra durante otros tantos días y vuelta a empezar. Una rutina en la que se ve inmerso desde hace unos siete años, aunque estos últimos meses marcaron la diferencia. Saltó de un encierro mexicano a otro begontés, este al amparo de la medida del Gobierno por la que quien entra en el país debe permanecer 14 días confinado.

La crisis global provocada por la pandemia del coronavirus retrasó su regreso a tierra, previsto en un principio para abril y que se hizo realidad el 12 de mayo, cuando él y sus compañeros —en la plataforma trabajan unos 50 empleados de los que él es el único español— desembarcaban en Ciudad del Carmen, en el estado mexicano de Campeche, después de pasar más de 70 días en el mar. Una vez en tierra, desde que bajaron del barco, se les realizaron múltiples análisis, "de sangue, placa de tórax, unha mostra recollida da garganta... Todo deu negativo en Covid-19", recuerda Xosé, que estuvo confinado una semana en una habitación de hotel en México DF, en un país donde el encierro fue "bastante estrito".

"Despois de facer o recoñecemento, cada un estivo na súa habitación agardando polos resultados, traíannos a comida e todo se pedía a través de chamadas", explica al tiempo que reconoce que "a paciencia" fue su gran aliada cuando la familia se encuentra a miles de kilómetros y lo que más se añora es "dar un abrazo á muller, é do que máis ganas tiña", dice desde su casa de Saavedra, ahora sí, "ben acompañado".

Xosé voló en uno de los primeros aviones a España y destaca que ver Barajas o el aeropuerto de México DF desiertos "impresiona"

Entre tanto, "tiramos moito de videochamadas, tiñamos comunicación diaria tamén dende a plataforma", recuerda Xosé sobre un gesto al que ya estaban acostumbrados incluso en la era precoronavirus. "Falar coa familia e coa muller reláxate, porque todos somos humanos e estás nunha situación de risco, non só no confinamento, senón tamén no propio traballo", asegura.

Y para volver a su hogar, la fortuna jugó un buen papel. "Empezaron a vender billetes de avión sobre o 14 de maio e pillei un dos primeiros avións a España", dice. Voló con todas las medidas de distanciamiento, "cun asento baleiro entre dous pasaxeiros e intercalados coas filas de adiante e de atrás", relata un hombre que se vio "algo impresionado" al ver aeropuertos como el de México DF o el de Barajas "completamente desertos" y con un sinfín de pruebas de temperatura y un control exhaustivo. "Cando fun para alá era un maremágnum de xente e, ao volver, ninguén", añade.

Ya en Saavedra, afronta con resignación más días de cuarentena —14 en total, de los que le quedan casi la mitad por cumplir—, aunque ahora pesa más el alivio por encararla desde Vilapequena, lugar del que destaca a su gente "tranquila e sociable, pero tamén discreta".

"Encántame saír de paseo por aquí co meu can Bartolo", dice un hombre de mar —es natural de A Mariña— que lleva en su maleta incontables países en los que desarrolló su profesión, primero en barcos mercantes y luego en petroleros. Desde China a Angola y buena parte de África, pasando por Arabia, Canadá, Europa o Brasil, le enseñaron a "andar polo mundo con certa disciplina" y a "ver moitas formas de comportamento", bagaje que ahora emplea viajando "con máis tranquilidade, porque sabes a que te enfrontas cando vas a un país novo". Por el momento, toca convivir con el relax de su hogar chairego, que le hará pasar un encierro más light hasta volver a México el 2 de julio.

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