Dani Álvarez: "No competimos con tuiteros o influencers, lo hacemos con hechos"

Afincado en Bilbao desde hace más de dos décadas, lo que lo convierte en "gallego aquí y vasco allí", el periodista pontés recogerá este sábado el premio Constantino Romero en el Festival de Televisión de Vitoria
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Natural de as pontes, el periodista Dani Álvarez, una de las voces más reconocidas de la radio en el País Vasco, recogerá este sábado el galardón Constantino Romero en el XII Festival de Televisión de Vitoria, que también premiará a Antonio Resines, Eva González y Boris Izaguirre. 

Se acerca el día, ¿hay nervios? 

Sí, el festival de Vitoria se ha convertido en un gran festival para la televisión y siento cierto vértigo. 

¿Qué significa un premio así?

Es muy importante. Antes que a mí se lo han dado a gente como José Sacristán o mi admirada Rosa María Calaf. Y es muy especial porque Constantino Romero en mi infancia y adolescencia era un profesional al que admiraba muchísimo. Me pasaba horas y horas viendo sus concursos y ha doblado a algunos personajes míticos y que han marcado mi vida, como Darth Vader, Terminator o Clint Eastwood. Me siento halagado. 

Es un premio a una trayectoria. ¿Asusta un poco con 42 años?

(Ríe) Espero que no se olviden de llamarme. Llevo trabajando 20 años, pero me quedan muchos más de los que llevo. 

El Boulevard, de Radio Euskadi, del que se despidió este año tras una década, ha marcado esa trayectoria. ¿Qué supuso? 

Hacer un matinal exige una gran disciplina, pero he tenido el honor de hacer el principal informativo de la radio en un lugar en el que las cosas han cambiado muchísimo en muy poco tiempo. Hace diez años aquí todavía existía ETA y cientos de personas tenían que vivir escoltadas, había mucho odio en la política y en la vida y hacer un programa así era difícil. Todo aquello ha ido pasando como se disuelve la niebla, poco a poco, y ahora da la sensación de que somos Luxemburgo, cuando éramos El Líbano. Y eso exige también una adaptación. No puedes hacer el mismo programa cuando hay mucho nervio, tensión, que cuando no pasa prácticamente nada. Haber estado en el meollo informativo la última década hace que sienta orgullo y agradecimiento.

En la época de ETA. ¿Sintió miedo?

Miedo no. Siempre intenté crear climas de encuentro. Si con pensamientos e ideas tan diversas en la calle somos capaces de ser amigos o escucharnos, yo quería que la radio pública fuese un ensayo colectivo de eso y en algunos momentos lo hemos logrado. Tratábamos de trasladar un mensaje de paz y diálogo. Había gente incómoda y he tenido que aguantar insultos y situaciones desagradables, pero nunca me han desviado del objetivo. Siempre he creído que Euskadi podía ser un lugar con paz. 

¿Cuál fue la noticia más dura? 

Quizás las mañanas entre 2011 y 2012 cuando solo contábamos malas noticias económicas. Era dramático y me afectó al ánimo. Y alejándome de hechos extraordinarios, contar la muerte de personas que apreciaba mucho, como la hija con cáncer de una amiga. 

¿La más satisfactoria? 

Lograr juntar a dos víctimas del horror de mundos opuestos y no las más mediáticas: María Jáuregui, hija de Juan María Jáuregui,  alto cargo del PSOE asesinado por ETA, y Haritz Aranburu, de un dirigente de Herri Batasuna que se suicidó cuando lo iban a detener. Me costó trabajo pero viví con ellos una hora mágica. Terminaron con un llanto reparador y un mensaje contundente, lo que había pasado no tenía que suceder jamás. 

Escuchó cientos de voces. ¿Alguna entrevista quedó pendiente? 

Nunca me la dio Aznar y con Zapatero la teníamos cerrada pero la canceló. Pero prefiero quedarme con la gente que dijo sí. Entrevisté a muchos ministros, lendakaris, consejeros... Mucha gente de la vida social y cultural muy interesante y mucha gente anónima que quiero que sienta mi gratitud. 

En televisión, El lector de huesos, su CSI a la vasca con Paco Etxeberría, fue todo un fenómeno. 

No sabía muy bien lo que iba a salir y fue rompedor. Me gustó mucho el resultado y sigue funcionando en Youtube. El capítulo de las niñas de Alcàsser acaba de pasar el millón de reproducciones.  

La pandemia daría un capítulo. 

En este lío sanitario, con los negacionistas cuestionando la ciencia, haber estar rodeado de expertos, gente que sabe de lo que habla, hace que confíe más en los responsables sanitarios y no en quien inventa teorías conspiranoicas.

Algunos critican que se enseñó lo bueno y que no hay concienica. 

Intentamos entrar en las Uci y no nos dieron permiso. Creo que hay límites, pero que hay que contar lo que pasa, pero tenemos que debatir qué es lo que estamos dispuestos a ver porque estamos muy condicionados por las redes sociales y los que salen a decir lo que está mal. El periodismo está sometido en un escaparate en el que el juicio ya no se hace con los clichés tradicionales. Hay una tendencia a que la información circule si me gusta o me conviene, como en Facebook. Tenemos que ser críticos y los que no quieren pagar por la información tendrán que decidir si informarse por redes o fiarse de algo que exige un trabajo previo, documentación e incluso rectificación. 

¿Cuál es el papel del periodismo?

Tenemos que dar información rápido pero tiene que haber filtros de calidad y contexto para no generar más ruido y confusión. No competimos con tuiteros e influencers, competimos con hechos. Los medios cercanos nos hemos vuelto a reforzar porque la gente quiere saber qué pasa en su calle, en su ambulatorio y cuántos positivos hay. Tenemos que poner serenidad y contexto a una sociedad que avanza a velocidad de vértigo.   

¿Qué proyectos tiene en mente? 

Haré el informativo de mediodía en la radio. Es un gran cambio.

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