CASTELAO, desterrado en Badajoz (1934-1935), escribió varios artículos con sus reflexiones personales y políticas que incorporó a ‘Sempre en Galiza’.
En uno de ellos relata que en un recorrido por la tierra extremeña "parei á veira dun cortijo e o meu acompañante contoume que a este cortijo chegou un día o vello Maura. O dono da finca gabouse de ter as mellores instalacións do país. "Eiqui durmen os porcos, eiqui paren as porcas", decía. Todo estaba limpo, relocente. E chegaron a un cortello inmundo, estrado de palla e de sacos vellos. "¿Qué é esto?", preguntou Don Antonio Maura. "Este é o lugar onde durmen os gañáns", respondeulle o dono. Entón Maura doulle este aviso a modo de consello: "Pois procure vostede que non deperten".
La visita del político a esa hacienda pudo producirse poco después de los sucesos de Chicago de 1866 cuando miles de trabajadores reclamaban sus derechos laborales y la reivindicación se saldó con muchos muertos y heridos. Siglo y medio después (febrero, 2020), Philip Alston, relator especial de los derechos humanos de la Onu, visitó el asentamiento de inmigrantes temporeros de Lepe y después de comprobar que viven hacinados "sin agua, sin luz, sin retrete", anotó en su informe: "Viven como animales, sus condiciones compiten con las peores que he visto en cualquier parte del mundo".
No son mejores sus condiciones laborales. El 1 de agosto Eleazar Blandón, un inmigrante de Nicaragua recogía sandías en Murcia, que ese día superó los 44 grados, no le dieron ni agua para refrescarse y sufrió un golpe de calor, se desmayó en pleno campo… y nadie llamó a una ambulancia. Cuando llegó la furgoneta "de reparto" esperaron a que todos terminaran la faena para aprovechar el viaje, dejaron a cada trabajador en su sitio y después abandonaron a Blandón, desmayado, delante del centro de salud de Lorca donde murió.
Blandón había emigrado para salvar su vida tras recibir amenazas del régimen de Ortega. Tenía 42 años, 3 hijos y uno en camino. "Un día me llamó llorando", decía su hermana: "Aquí a uno le humillan, me llaman burro, me gritan… No estoy acostumbrado a que me traten así".
Castelao concluye el relato diciendo que "o consello de Maura non logrou entrar na mioleira dos terratenentes extremeños e perdeuse. A xente deiqui traballa de sol a sol, viven escravizados… non desperta porque a fame da sono". Lo cierto es que en esta España del siglo XXI existen cortijos como el extremeño del XIX. Maura y Castelao avisarían "procuren vostedes que os temporeiros non desperten". Como ya despertaron en Albacete hace pocos días.
En uno de ellos relata que en un recorrido por la tierra extremeña "parei á veira dun cortijo e o meu acompañante contoume que a este cortijo chegou un día o vello Maura. O dono da finca gabouse de ter as mellores instalacións do país. "Eiqui durmen os porcos, eiqui paren as porcas", decía. Todo estaba limpo, relocente. E chegaron a un cortello inmundo, estrado de palla e de sacos vellos. "¿Qué é esto?", preguntou Don Antonio Maura. "Este é o lugar onde durmen os gañáns", respondeulle o dono. Entón Maura doulle este aviso a modo de consello: "Pois procure vostede que non deperten".
La visita del político a esa hacienda pudo producirse poco después de los sucesos de Chicago de 1866 cuando miles de trabajadores reclamaban sus derechos laborales y la reivindicación se saldó con muchos muertos y heridos. Siglo y medio después (febrero, 2020), Philip Alston, relator especial de los derechos humanos de la Onu, visitó el asentamiento de inmigrantes temporeros de Lepe y después de comprobar que viven hacinados "sin agua, sin luz, sin retrete", anotó en su informe: "Viven como animales, sus condiciones compiten con las peores que he visto en cualquier parte del mundo".
No son mejores sus condiciones laborales. El 1 de agosto Eleazar Blandón, un inmigrante de Nicaragua recogía sandías en Murcia, que ese día superó los 44 grados, no le dieron ni agua para refrescarse y sufrió un golpe de calor, se desmayó en pleno campo… y nadie llamó a una ambulancia. Cuando llegó la furgoneta "de reparto" esperaron a que todos terminaran la faena para aprovechar el viaje, dejaron a cada trabajador en su sitio y después abandonaron a Blandón, desmayado, delante del centro de salud de Lorca donde murió.
Blandón había emigrado para salvar su vida tras recibir amenazas del régimen de Ortega. Tenía 42 años, 3 hijos y uno en camino. "Un día me llamó llorando", decía su hermana: "Aquí a uno le humillan, me llaman burro, me gritan… No estoy acostumbrado a que me traten así".
Castelao concluye el relato diciendo que "o consello de Maura non logrou entrar na mioleira dos terratenentes extremeños e perdeuse. A xente deiqui traballa de sol a sol, viven escravizados… non desperta porque a fame da sono". Lo cierto es que en esta España del siglo XXI existen cortijos como el extremeño del XIX. Maura y Castelao avisarían "procuren vostedes que os temporeiros non desperten". Como ya despertaron en Albacete hace pocos días.