Un recorrido turístico 'terrorífico' por Samaín

Portales de viajes ofrecen itinerarios de núcleos abandonados y lugares de miedo con efectos "típicos" de una noche de Halloween
Ruinas de Belchite
photo_camera Ruinas de Belchite

Camina octubre hacia sus últimos días y los canales de televisión ofrecen especiales de películas de terror y fantasía para ir acostumbrando el cuerpo para las celebraciones de Todos los Santos y Difuntos con las que damos la bienvenida a noviembre. Ya que Halloween ha venido para quedarse, haremos bien en saber que no estamos consumiendo —no únicamente, al menos— comida rápida estadounidense, sino unas tradiciones paganas de ida y vuelta, nacidas en Europa para festejar los frutos de la cosecha, el fin de la estación de la luz y el inicio de las tinieblas, el punto del calendario en el que se abre el telón entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Una serie de ritos llevados por los emigrantes a Estados Unidos, popularizados a través del cine, las series de televisión y las academias de inglés, y que han servido de acicate para investigar sobre nuestras propias tradiciones de difuntos anteriores al cristianismo. Es tiempo de Samaín, un sincretismo que se ha hecho un hueco en el ecuador de nuestros otoños, entre las visitas con flores a los camposantos y los magostos vecinales.

Para identificarse con el espíritu de las conmemoraciones, el portal Hundredrooms propone un itinerario de pueblos abandonados y lugares de miedo, "con efectos escénicos típicos de una noche de Halloween".

"Ambientes tétricos con muros derruidos, miradas ocultas en la oscuridad, extraños vestigios de la vida pasada que ahí se dio, capas y capas de polvo. Lugares que, aunque provoquen sudor y temblores, despiertan también mucha curiosidad y fantasía y que, en cierta manera, contribuyen al guion de una película que haría las delicias de Hitchcock".

Comienza la ruta en Belchite, en Zaragoza, uno de los lugares abandonados de España con más historia, un pueblo fantasma en el que se llevó a cabo una famosa batalla durante la Guerra Civil que provocó daños irreparables. Las ruinas de lo que actualmente se conoce como Pueblo Viejo de Belchite están abiertas al turismo ávido de historias y mitos.

Las propuestas de Hundredrooms conducen, asimismo, a la estación internacional de Canfranc, en un lugar idílico en el Pirineo de Huesca. El edificio, erigido en los años diez del siglo XX e inaugurado en 1928, conserva toda la majestuosidad de su tiempo y los ecos del oro de Suiza y el wolframio que viajaba a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Está completamente abandonado desde un descarrilamiento de un tren en 1970, que provocó que se derrumbase el puente de L'Estanguet. Aunque hay proyectos de restauración, la estación continúa en el abandono a la espera de valientes exploradores.

La ruta por lugares abandonados comienza en Belchite, un pueblo fantasma de Zaragoza en el que se llevó a cabo una famosa batalla durante la Guerra Civil


Aragón es un territorio fértil para viajeros ávidos de geografías pobladas de cicatrices y amigos de la nave del misterio en general. Hace unas semanas, la serie de TVE El Ministerio del Tiempo, dedicaba uno de sus episodios a Trasmoz, un pueblo situado en la zaragozana comarca del Moncayo y Tarazona, que en la actualidad no llega al centenar de habitantes. Trasmoz fue escenario de alguna de las tétricas leyendas de Bécquer que, en este caso, pisaba sobre seguro, ya que la literatura oral sobre aquelarres, heretismos y brujería hace de esta pequeña localidad el único pueblo español oficialmente maldito, ya que fue excomulgado por la Iglesia católica en 1551. Solo el Papa podría corregir una situación que todavía no ha sido revocada.

Para marchamo de pueblo maldito, el que lleva adherido Ochate —u Otxate, en euskera—, un pueblo del condado de Treviño, territorio burgalés enclavado en Álava y desde hace décadas pasto del olvido. Frente a la leyenda negra de epidemias —de viruela, tifus y cólera entre los años 1860 y 1870—, combustiones espontáneas y otros fenómenos paranormales, hay quien esgrime la explicación más sencilla a por qué el abandono actual: el camino que atresava la zona entró en declive al abrirse una ruta alternativa. El visitante del siglo XXI puede todavía acercarse a las ruinas de la ermita de Burgondo y a su maravillosa necrópolis medieval con sepulturas antropomorfas.

Los seguidores de Íker Jiménez, Carmen Porter, Javier Sierra o Antón Rebollido son conocedores de que los cinco sanatorios para enfermos tuberculosos abandonados en la sierra del Guadarrama, entre Madrid, Segovia y Ávila, son la munición que alimenta la literatura paranormal. Incluso, en el Real Sanatorio del Guadarrana, por el que pasaron Cela o Alberti, se filmó el clásico del cine de terror ibérico La noche de Walpurgis (1970), película protagonizada y escrita por Paul Naschy.

Los esqueletos de edificios que nunca han sido y las obras paralizadas son terrenos fértiles para los misterios y las sugestiones


Mucho más recóndita es la existencia del sanatorio de Cesuras, un magnífico edificio art noveau —pueden comtemplarlo en la portada de este suplemento— concebido por el arquitecto Rafael Antonio González Villar que nunca llegó a abrir porque se estaba construyendo otro en la vecina Oza, que ahora comparte municipio con Cesuras. El sanatorio en cuestión fue erigido en un magnífico parque de doscientos ferrados, en el lugar de O Paxarón y desde que se paralizaron las obras en 1931 duerme el sueño de los justos a merced del musgo y las enredaderas.

Los esqueletos de edificios que nunca han sido y las obras paralizadas son terrenos fértiles para los misterios y las sugestiones. Nos acercamos hasta el túnel de La Engaña, de casi siete kilómetros y horadado entre la pasieguería cántabra y la burgalesa para que circulasen los trenes entre Santander y Sagunto. Los trabajos fueron iniciados en los primeros años del franquismo y acometidos por presos políticos republicanos,e sclavizados en jornadas que superaban las doce horas.

Desechado el ferrocarril entre el Cantábrico y el Mediterráneo, La Engaña era utilizada ilegalmente por algunos camioneros cuando el puerto del Escudo estaba cerrado por nieve, hasta que en 1999 se desplomó un tramo y ya no se ve la luz al final del túnel.

Puede el viajero aprovechar la visita a Cantabria para acercase hasta el lugar de Las Fraguas, en el ayuntamiento de Arenas de Iguña, en donde luce un escenario de película. No es un decir, el palacio de los Hornillos, finalizado en estilo pintoresquista inglés en 1840 y residencia de verano de Alfonso XIII hasta la construcción del palacio de La Magdalena de Santander, fue el plató de rodaje de Los otros (Alejandro Amenábar, 2001), uno de los más existosos ejemplos del terror español reciente.

La presencia espectral está indeleblemente asociada a las construcciones palaciegas. Se decía en los años ochenta que un Wolkswagen Golf y un castillo escocés se parecían en que ambos llevaban un fantasma dentro. Lo cierto es que no es preciso viajar hasta el país de los highlanders, ya que en el mismo centro de Madrid, el palacio de Linares, con su casa de muñecas —¿cuándo faltan las muñecas en las iconografías del terror?— y sus psicofonías.

Sin salir de Madrid y al calor del reciente estreno del filme Verónica —la posesión diabólica de estética noventera a ritmo de Héroes del Silencio dirigida por Paco Plaza— se impone un recorrido por el callejero barrial y proletario del expediente Vallecas. Ríete tú de Expediente X. Solo para valientes a prueba de terrores.

Comentarios