La vida sigue (casi) igual

En O Biduedo, con tan solo seis casas, la vida sigue "máis ou menos normal" a pesar del confinamiento. El cuidado del ganado es el día a día de los vecinos de este núcleo del Camino, aunque ahora por su pueblo no discurre ni un peregrino
Un niño en O Biduedo, un pueblo de Triacastela con solo seis viviendas habitadas. EP
photo_camera Un niño en O Biduedo, un pueblo de Triacastela con solo seis viviendas habitadas. EP

A cerca de 1.200 metros de altura se levanta O Biduedo, un núcleo de la montaña de Triacastela con tan solo seis viviendas habitadas y una treintena de vecinos. El confinamiento por el coronavirus no supone un gran cambio en el día a día de este pueblo del Camino de Santiago, aunque ahora no ven ni un solo peregrino discurriendo entre sus casas con destino a Compostela.

Las seis familias de O Biduedo se dedican a la ganadería y dos de ellas la compaginan con sendas casas de turismo rural. Por ello, sacar a pastar sus vacas y recogerlas, o llevar alimento al ganado que tienen día y noche fuera, es su rutina y continúa a pesar de la crisis sanitaria. “Os animais non saben de coronavirus”, afirma Celia Río, quien regenta junto a sus familiares uno de los alojamientos. Para ella el confinamiento es “o mesmo de todos os días”, aunque con ciertas restricciones. Solo salen para atender al ganado, acudir al médico o realizar algunas compras. “Ata imos comprar pouco porque na maioría das casas dos pobos xa tes de todo”, aclara.

Su familia tampoco sale apenas fuera del pueblo, ya que tienen “moitas cousas na casa porque matas ranchos, becerro, polos, coellos...”

Por su parte, Isabel Río Fernández, quien también cuenta con una casa de turismo rural, dice que sí cambió su rutina, ahora únicamente sale para “mirar se as vacas teñen comida”. “Só saímos por necesidade, nin fomos ao supermercado e xa non paras a falar cos veciños”, explica esta mujer, quien afirma que los vecinos “normalmente teñen medo” ante la crisis sanitaria por el Covid-19. Sin embargo, la mayoría coinciden en que será “difícil” que se dé un caso en el pueblo porque “non vén ninguén, pero nunca se sabe”.

Luis López Arias sigue haciendo “máis ou menos unha vida normal”. “Temos vacas en extensivo e hai que levarlles de comer porque agora pouco teñen fóra”, señala. Así, continúan realizando “o mesmo traballo”, aunque “facemos vida fóra o menos posible”. “Cando saímos facer os traballos do campo podemos cruzarnos con outro veciño, paras a falar un momento, pero menos do acostumado”, manifiesta.

Su familia tampoco sale apenas fuera del pueblo, ya que tienen “moitas cousas na casa porque matas ranchos, becerro, polos, coellos...”. “É o bo dos pobos, case aguantariamos tempo e tempo sen ter que saír, salvo polos medicamentos”, apunta.

Es una rutina muy similar a la que vive la familia de Iván López López. “Hai que seguir traballando. Temos gando e o gando non entende de confinamento”, recuerda. Este joven lleva “ben” la nueva situación, pues en un pueblo “nótase menos que nunha cidade, sempre hai que traballar fóra, tes un horto...”.

Por O Biduedo uno también veía a cualquier hora peregrinos o visitantes que se alojaban en los establecimientos hosteleros. “Agora en todo o día non ves a ninguén"

Sí varió su día a día en que ahora, por ejemplo, no sale a dar un paseo. “Xa se levan as vacas e é unha escusa para saír”, dice entre risas. Era habitual encontrarse por el pueblo con los vecinos de mayor edad caminando, lo que ahora evitan. “Colleron algo de medo, como afecta máis a xente maior”, aclara Luis López.

Por O Biduedo uno también veía a cualquier hora peregrinos o visitantes que se alojaban en los establecimientos hosteleros. “Agora en todo o día non ves a ninguén. Case todos os días había xente, pero agora non temos movemento. Nótase unha cousa estrana”, señala este vecino, quien asegura que incluso “no peor do inverno sempre pasaron peregrinos”. En su caso, el Camino discurre entre su explotación y la vivienda y “había veces que para cruzar tiña que facer números, pasaba xente continuamente”.

Así pasan la crisis sanitaria en O Biduedo, donde la vida sigue (casi) igual, continuando con los trabajos del campo y esperando volver a oír muy pronto los pasos de los peregrinos de todo el mundo con destino a Compostela.

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