Un viaje por A Fonsagrada del siglo pasado

A comienzos del siglo XX los fonsagradinos llegaron a tener su propio semanario, El Eco de Burón. Fundado por Balbino Fernández y vinculado a la Iglesia, sus páginas son el más vivo retrato de la sociedad de antaño.

El Eco de Burón. EP
photo_camera El Eco de Burón. EP

TRANSPORTARSE EN el tiempo es posible. Formar parte de la historia más viva a través de las palabras es un privilegio que muy pocos pueden experimentar y que nos otorgan las publicaciones antiguas. Si buceamos en sus páginas podemos llegar a conocer el modo de vida de antaño, las costumbres o preocupaciones de nuestros antepasados. El trayecto puede ser de días, meses o incluso años. Una de esas reliquias es El Eco de Burón, un semanario marcadamente católico, fundado por Balbino Fernández, que vio la luz el 15 de agosto de 1911 en A Fonsagrada.

Cada tirada constaba de cuatro planas escritas con la característica pomposidad y poética del castellano antiguo. "Ya ha salido nuestro primer número. A estas horas habrá llamado en todas las puertas, así del pueblo, como de la región. Buscando por doquier, allende de los mares, un gallego, un buronés, un hijo de este pedazo de Galicia", reza el primer número.

Nos remontamos a la primera República. El periódico, sobrio y sin imágenes, estaba dirigido a los campesinos, "honrados labriegos de estas aldeas", según define, en una época en que es sector primario eran el principal modo de sustento de las familias. Por ello, la información agraria tenía gran importancia y el boletín agrícola era un habitual. "El ganado vacuno alcanzó los precios de 100 a 160 pesetas los terneros y de 200 a 450 los bueyes de trabajo. Mientras los cereales, los cien kilos se cotizaron a 30 pesetas el trigo y a 25 el centeno".

Los fonsagradinos podían estar informados de todo lo que sucedía en la comarca y en el ámbito internacional por 1,25 pesetas el trimestre

En sus frágiles y anaranjadas páginas marcadas por el paso del tiempo se percibe hoy en día una perfecta radiografía de la sociedad de antaño. Una sociedad varonil, en la que el feminismo que emergía se veía como una lacra: "Qué vergüenza. Son tres mujeres en casa y no son capaces de acortar unos pantalones. Oh el feminismo!", se publica en un artículo.

Por aquel entonces se vivió el boom de la emigración a América. Cientos de fonsagradinos se vieron obligados a abandonar su tierra para ganarse el pan y muchos utilizaban las páginas del periódico para mitigar su nostalgia. "No hagáis caso de las grandezas de estas Américas. Si os es posible vivir ahí, aunque sea penosamente, no os arriesguéis a vivir aquí, pues vale más el pan de centeno y la patata de nuestra tierra", lamenta un emigrado, mientras otro también advierte de las penurias que les esperan en el Nuevo Mundo por la falta de formación académica, en una población mayormente analfabeta. "Llegamos aquí sin ilustración, sin saber idiomas. ¿Qué nos queda hacer aquí? Sólo hay dos dilemas: o morirse de hambre o dedicarse al trabajo material".

La guerra de Marruecos copa también importante espacio en el semanario. Los vecinos se enteran del avance del conflicto gracias a misivas de sus compatriotas. "648 veces cada noche entro y salgo de mi tienda y otras tantas me desvelo cuando oigo silbar las balas", lamenta Mario Gómez, médico buronés del regimiento de infantería Wad Rás. Multitud de cartas relatan la desesperación de las familias por ver partir a sus seres queridos. "¡Qué triste es tener que dejar a los hijos ir al cuartel! No el temor de la guerra, no el peligro de la vida, no la separación de la familia, no los trabajos de la vida militar inspiran tanta compasión hacia los que salen de la casa materna a los cuarteles, como el peligro del alma".

Las páginas de El Eco de Burón informaron de hechos tan conocidos como el hundimiento del Titanic, que sucedió el 14 de abril de 1912

EPIDEMIAS. La terrible enfermedad del cólera, que azotó el país y acabó con la vida de miles de personas a finales del siglo XIX, seguía coleando a principios de la nueva era y las advertencias y medidas de prevención publicadas según reales órdenes de Gobernación eran continuas en las páginas de El Eco de Burón. "Los manantiales o ríos utilizados para suministrar agua potable a las poblaciones serán cuidadosamente preservados de toda clase de infección. Serán objeto de rigurosa reglamentación los lavaderos públicos, no permitiendo que sean lavadas las ropas de enfermos", explica.

MODERNIZACIÓN. Aunque este semanario abordaba toda clase de noticias, la información local tenía especial peso. La llegada de nuevos servicios a la villa fonsagradina era objeto de amplios espacios informativos. Uno de los más esperados fue el de automóviles, que conectaría el municipio con la capital lucense. A comienzos de 1912 el periódico publica los avances para activar este nuevo medio de transporte, que se inauguraría en el mes de junio de ese mismo año. "Va a ser un hecho, al fin. La salida de esta villa será a las seis de la mañana, para llegar a Lugo a las nueve. Y saldrá de Lugo a las tres de la tarde, en viaje de regreso", precisa.

El nuevo servicio, puesto en marcha por Balbino Fernández Boado, facilitaba las comunicaciones de los vecinos, que hasta aquel momento empleaban nada menos que tres días para llegar a la ciudad. "Ahora se podrá hacer el viaje en un día, con bastante tiempo para despachar cualquier negocio. Lo cual, como fácilmente se comprenderá, no es poco, ahorrando tiempo y gastos", reza el semanario.

Otro de los grandes logros de ese año fue la instalación del alumbrado público eléctrico. "Definitivamente, al viejo petróleo, desde hace tiempo en agonía, le llegó la suya. Va a desaparecer. Del nuevo alumbrado eléctrico se hicieron el jueves las pruebas, con el resultado apetecido. Se hicieron éstas en una parte del pueblo, carretera de Asturias, en donde está la principal empresa y la calle Mayor, luciendo en la plaza dos arcos voltaicos potentísimos", relata. Esta modernización se vivió con gran algarabía en la villa, tal y como reproduce El Eco. "Como fue día de feria, bastante gente de los pueblos se quedó a presenciar el espectáculo, nuevo aquí".

La suscripción anual al diario costaba la ínfima cantidad de 15 pesetas

El anuncio de la construcción de una Granja Agrícola para que los agricultores pudiesen formarse llenó de esperanza a muchos fonsagradinos. "La villa buronesa (A Fonsagrada) está de enhorabuena. Uno de estos días saldrá para aquí el ingeniero agrónomo Sr. Eguilior con objeto de establecer una Granja Agrícola donde los campesinos podrán estudiar los adelantos de la agricultura".

Los juicios de la zona acaparaban amplios espacios en las páginas, así como los sucesos. El primero publicado por el semanario fue sobre una reyerta en el lugar de Chaín, en la parroquia fonsagradina de Paradavella, en la que falleció un joven de nombre Manuel Álvarez Lastra. "Por exigencias de información, que no por gusto, tenemos hoy que ocuparnos en una sensible desgracia. Es la primera que registramos en el periódico. ¡Ojalá que jamás tengamos que ocupar la pluma en semejantes pormenores!", expresan los redactores.

Por aquel entonces los nacimientos en la comarca eran informaciones de gran interés, así como los fallecimientos, llegando a ocupar la portada con la esquela de ciertas personas de renombre. La celebración de ferias o fiestas en la villa o los nombramientos de maestros eran otros de los temas de gran relevancia para el público. Los vecinos enviaban además poesías para ilustrar las páginas, algunas escritas en gallego.

NUEVOS COMERCIOS. La apertura de nuevos comercios se publicitaba a bombo y platillo. Así, en pleno siglo XX la villa contaba con La Cubana, un ultramarinos ubicado al lado de la iglesia con todo tipo de alimentos o ropa "a precios fijos, no vistos jamás"; con el hotel Tibidabo, "el más céntrico, a precios módicos", propiedad de José Díaz, o con el comercio Depósito de Vinos, de Baldomero Rodríguez, que contaba con "licores de toda clase y chocolates elaborados a brazo".

Los fonsagradinos estaban también informados de todos los acontecimientos internacionales. Al tratarse de un semanario católico, gran parte de la información era religiosa, con crónicas desde el Vaticano y continuas informaciones sobre los viajes del papa Pío X.

No se sabe a ciencia cierta en qué momento El Eco decidió colgar la pluma, aunque se deduce que duró más de un año, pues algún suscriptor conservó ejemplares de finales de 1912. Hoy en día son un tesoro que nos permite volar a una A Fonsagrada del siglo pasado.

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