Valores y reglas para Assange

Solo la insinuación de que fuerzas del Reino Unido podrían asaltar la embajada de Ecuador en Londres para hacerse con el refugiado australiano Julian Assange debería encontrar la total y absoluta condena de las personas, instituciones y países democráticos. Esto con independencia de la vida sexual en Suecia del activista australiano, que mientras no haya materia de delito pertenece a su estricta e inviolable intimidad. Y esto también con independencia de la verborrea bolivariana que le apoya y de dudosas credenciales democráticas. No es tolerable romper las reglas de juego en materia de valores fundamentales, que nos define como sociedades abiertas. Sería una muestra más de que estamos ante una crisis de valores, mucho más profunda que la que es expresión la depresión económica en la que estamos transitando. El expresidente francés Sarkozy había prometido una refundación ética del capitalismo. Se quedó en palabras. El Vaticano por medio de su máxima figura ha insistido en este diagnóstico de crisis de valores como raíz de los males económicos actuales. Pero, tal como se ha recordado, no ha habido todavía una mínima toma de posición por el Papa sobre los problemas que sacuden ahora mismo a la vieja y cristiana Europa, con graves riesgos de dramáticas desmembraciones. Hay demasiados silencios ante una situación grave que algunos utilizan como atajo para lograr objetivos al margen de las reglas de las sociedades democráticas. Si el dictador Pinochet pasó casi dos años en arresto domiciliario en Londres y al final fue denegada la extradición, resulta incomprensible que no se
aplique el mismo principio para un personaje que ha destapado relativos secretos de Estado. Más bien evidenció que hay debilidades en las cloacas del poder. Cuando menos tiene derecho a las mismas garantías que el dictador chileno.

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