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Una urgencia importante

El estado de la Torre de los Moreno en Ribadeo no admite más prórrogas ni titubeos

HAY ALGUNOS temas que pasan por aquí de forma repetida, no siempre de forma merecida, aunque este que llega hoy sobre la Torre de los Moreno viene a ser ambas cosas. En parte llega porque el alcalde de Ribadeo es un pésimo conversador al respecto. Cada vez que se le menta el asunto repite de memoria dos ideas que tiene marcadas a fuego: le preocupa mucho y lleva tiempo trabajando en ello con los técnicos.

Pero si le preguntas con quién habla, a quién se dirige, qué opciones baraja, qué futuro le ve, incluso solo si es optimista o pesimista al respecto, nada de nada.

Vaya por delante que pese a trabajar en esto, yo soy un acérrimo defensor de los silencios. Muchos problemas se habría ahorrado la humanidad solo con que alguno hubiese sabido tener la boca cerrada a tiempo. Los cargos públicos, especialmente aquellos con capacidad ejecutiva, como los alcaldes, tienen obligatoriamente que cerrar el pico cuando se trata de ciertos asuntos que se pueden truncar. A veces incluso nosotros mismos, al publicarlos, los enturbiamos.

No creo que sea el caso de qué se está haciendo con la Torre de los Moreno. Aceptando que no se va a caer en el sentido de venirse completamente abajo, porque todo el mundo da por hecho que eso no va a pasar, cuesta horrores entender por qué está el edificio como está. Nadie hace nada por aclarárnoslo, pese a que no se está hablando aquí de esos proyectos faraónicos de los que se habló hace años: que si hacer allí un hotel, que si vale para un museo... Se está hablando de un mínimo de seguridad pública.

No parece que unas nociones, aunque solo sean ligeramente explicativas, vayan a alterar la seguridad nacional. Cosas del tipo con quién se está negociando (si es que se está negociando con alguien), qué opciones se barajan, qué dice la propietaria mayoritaria que es Paisajes de Asturias (ya que esa empresa es un misterio en sí misma del que acabaremos hablando algún día), en qué punto nos encontramos, por qué no se busca un apaño de urgencia. Doy por hecho que no se habló con la Xunta pidiéndole ayuda y esta se negó, ya que de haber sido así bien que nos habríamos enterado. Y lo mismo vale para el Gobierno central. Y este marrón creo que no podremos endilgárselo a la Diputación.

Pero todas esas preguntas que hacemos de vez en cuando, porque todo en exceso aburre, no encuentran respuesta alguna. Hay que presuponer la certeza de lo poquísimo que cuenta el alcalde: las dificultades para localizar a los herederos de la propiedad, los enormes problemas administrativos para meterle mano a un edificio que ni siquiera tiene división horizontal, el hecho objetivo de que la mayor parte de la propiedad es de una empresa privada, el interés del Ayuntamiento en no deshacerse del 21% que tiene en el inmueble, la necesidad de apoyo de otras instituciones.

Todo ello es cierto y no se puede discutir. Pero tampoco se puede discutir que eso lleva así más años de los que debería y empieza a ponerse peligroso. Es evidente que el edificio pide a gritos una solución y que no estamos hablando de una casucha en un rincón del casco antiguo: hablamos de un edificio tan pero tan impresionante que la gente llega a Ribadeo y se queda pasmada mirándolo y fotografiándose con él al fondo. Porque aunque nosotros lo veamos cada tarde y perdamos la perspectiva, eso ocurre a diario. Afortunadamente.

Que venga una asociación a decirnos que se está cayendo y nadie sea capaz de explicarnos nada es como poco preocupante y hasta, si quieren, inquietante. Dicen que en política hay que atender lo urgente sin olvidar lo importante.

Bueno, pues esto es urgente e importante. Es una pena no ser abogado del Estado para conocer algunos intríngulis jurídicos que la gente de pie pensamos sin tener la menor idea de lo que estamos diciendo, pero que se asientan en el magma del sentido común: imponer una actuación ya porque sí, porque eso se cae a cachos. Obligar a la parte mayoritaria a actuar en la parte mayoritaria de la fachada para que un día no le caiga encima una cariátide a un turista o a una concejala camino del Concello.

Vale, vale, en el fondo sabemos que las cosas no pueden hacerse así, pero también en el fondo intuimos que la realidad podría pasar porque no se le presta la atención necesaria o eso no llevaría así desde que le metió mano José Carlos Rodríguez Andina, creo recordar que más o menos en 2000. Es imposible: que no se nos diga que se tardan 18 años en dar con una solución porque, sencillamente, es algo que no nos lo tragamos.

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