Una huelga a la surafricana

ERA UNA NOTICIA que encadenaba hace semanas en la escaleta de un informativo estatal de televisión a la recién iniciada huelga de basura de Lugo. «Los mineros del platino de Sudáfrica vuelven al trabajo tras seis meses de una huelga que provocó pérdidas millonarias en la segunda mayor economía del continente africano», decía el presentador, mientras yo pensaba para mí: «¿Y si llega a pasar aquí lo mismo?».

En aquel momento ya se había diluido el efecto Arde Lucus, con el que los trabajadores de Urbaser trataron de poner contra las cuerdas a la empresa y al Concello, y las posturas distantes y la falta de diálogo ya me hacían creer que el conflicto podría eternizarse. Y más aún al ver la indolencia del gobierno local y la poca diligencia a la hora de tramitar las sanciones a la concesionaria, una situación de la que culpa ahora el alcalde a los funcionarios.

Y mira por donde, un mes después de haber escuchado la noticia de los mineros surafricanos, me da la impresión de que la huelga de la basura en Lugo va por el mismo camino, porque nadie parece estar dispuesto a dar su brazo a torcer.

Urbaser ya dejó claro en varias reuniones hasta dónde está dispuesta a ceder y, aunque su propuesta económica parece acercarse a lo que reclamaban los trabajadores antes de convocar la huelga, el escollo que ahora mismo parece insalvable es la decisión de mantener las sanciones impuestas a la plantilla y al comité, un argumento que puede jugar en favor de la empresa cuando toque afrontar los procesos judiciales que va generar este conflicto, tanto en los tribunales laborales como en los contenciosos. Es una baza seguramente bien estudiada por los asesores legales del grupo de empresas de Florentino Pérez con la que los trabajadores parece que no están dispuestos a tragar. «Seremos barrenderos, pero non tontos», advertía hace unos días el secretario del comité de Urbaser, Julio Pacios, consciente de que asumir las sanciones, aunque no tengan un coste económico, puede cargar sobre las espaldas de la plantilla las consecuencias de las pérdidas económicas que se han ido generado desde el inicio de la huelga, además de dejar manchado el expediente de los trabajadores afectados de cara a futuros conflictos.

Urbaser, que trata de vender como un gesto simbólico de «aquí perdemos todos» estas multas, podría utilizar la negativa de los trabajadores a asumirlas como un argumento para no moverse de sus posiciones y dilatar la resolución del conflicto hasta que comiencen a dictarse sentencias judiciales en favor de unos u otros, algo que tardará meses en producirse.

¿Y cómo sería posible aguantar en Lugo una huelga como la de los mineros surafricanos?, se preguntarán los lucenses. Pues como se ha hecho hasta ahora, con medidas paliativas como la contratación de Tragsa para complementar la actuación de Urbaser, con la declaración de alertas sanitarias por el riesgo de acumulación de basuras o con informes municipales como el que ha desencadenado el decreto de servicios mínimos al 100% que está vigente desde el pasado martes. Además, la concesionaria, al cumplir estos mínimos, sigue facturándole al Concello, mientras que los trabajadores que entran en esos turnos también reciben parte del sueldo, lo que genera una especie de caja de resistencia para ambas partes.

Del mismo modo, con estas medidas el gobierno local va trampeando, al lograr que se vayan vaciando los contenedores cuando las bolsas de basura se amontonan a su alrededor, aunque lo que no consigue evitar es la indignación de los ciudadanos ni la imagen tercermundista que a diario se difunde a través de los informativos de televisión.

La paciencia de los lucenses ha jugado hasta ahora en favor de quienes parece que no ponen el mínimo interés en solucionar el conflicto y podría seguir haciéndolo incluso hasta que se cumplan seis meses de huelga, como en Sudáfrica. Después de escuchar a un alcalde decir que no se arrepiente de nada porque no puede hacer otra cosa y de ver que las partes se levantan a las tres horas de la mesa de negociación para quedar la próxima semana solo queda imaginarnos en el peor escenario posible. Porque solo hay que ver que a los protagonistas de esta huelga ni siquiera les ha hecho reflexionar la noticia de que una niña se tiene que someter a un tratamiento preventivo de VIH tras pincharse con una aguja usada en un parque infantil lleno de basura. Pena de ciudad.

(Publicado en la edición impresa el 26 de julio de 2014)

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