Una denuncia

LA DEFENSA que José Manuel Romay Beccaría hizo el viernes en Santiago del sistema autonómico y la denuncia de la parcialidad de las acusaciones a las autonomías como causa del despilfarro económico merece el cuadro de honor del interés político de la semana. Romay, compañero de confianza de Fraga en todo el recorrido político de este, no dudó en denunciar el despilfarro del Gobierno central frente a la permanente acusación de manirrotas a las autonomías. Y dejó sentado que hay quienes se niegan a ver el despilfarro del Gobierno. Nunca ponen el foco de atención o de análisis sobre esos excesos centrales y renunciar en redondo a ver la necesidad de readaptar la Administración central, incluido el Gobierno, a la realidad del Estado autonómico. Es una cuestión de fondo ideológica y de intereses: en la crisis hay quienes ven la gran oportunidad de desmontar las autonomías y regresar a un centralismo reforzado. Se dedican a fondo a la tarea. La demagogia y la unilateralidad del debate y análisis que se lanzan repetidamente a la opinión pública desde algunos medios y algunos opinadores así lo demuestra. Es más, en el terreno ideológico, sigue la identificación de España, como realidad única, con la concepción centralista: no han sabido o no han querido fomentar una concepción de unidad integradora de España con la pluralidad lingüística, con las autonomías. La defensa de España como realidad histórica no debería seguir identificándose con el uniformismo, con la confrontación con las autonomías llamadas históricas. Enfrentar nacionalismos solo sirve para que con estos crezcan las divisiones y separaciones. La voz de Romay suena extraordinaria por cuanto desde las posiciones que se autoproclaman como constitucionalistas debería practicarse esa visión plural e integradora de España. Incluida la integración e identificación con los símbolos comunes y los particulares. ¿No caben las banderas autonómicas con la española en la plaza de Colón de Madrid? Deberían.

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