Opinión

Un juez legal

ESTUVO MANUEL Marchena la semana pasada en un acto de Marlaska. Y fue premonitorio que el ministro juez pasó más inadvertido que el propio candidato, entonces, a presidir el Poder Judicial y el Supremo. A Marchena se le veía abrumado por los focos. Y se adivinaba el peso del estrellato y la presión que supone un cargo de tanta responsabilidad y honor al que de forma inesperada ha renunciado. Manuel Marchena, que tiene apellido de cantaor y nombre de poeta, emitió un comunicado que cayó como un jarro de agua helada sobre las cabezas de nuestros políticos. En un gesto que le honra, nada habitual y de sacrificio por la decencia de la Justicia, Marchena se ha quitado de circulación en la carrera por la renovación de la judicatura. Queda el consuelo de que su probada independencia juzgue a los rebeldes y sediciosos separatistas, que a los angelitos les molesta que les llamen golpistas cuando lo acontecido en España ha sido un golpe al Estado en toda regla ejecutado desde las instituciones catalanas con una deslealtad tan indecente como condenable.

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