La vecina de A Pastoriza Carmen Novoa adoptó hace cinco años un pollino ya muy longevo y lo llevó para la explotación ganadera que regenta su familia en el lugar de Gueimonde para evitar que este asno, al que puso por nombre Copito por ser completamente blanco, acabara sus días en el matadero.
Lejos de arrepentirse de la decisión tomada en su día, Carmen está encantada con su burro, que, según dice «es muy cariñoso y me saluda todos los días cuando llego a casa después de trabajar». «Copito es muy bueno, pero no hay cosa más vaga», agrega Carmen, quien calcula que este asno de procedencia asturiana puede tener ya unos 35 años, tal y como le comentó el tratante de ganado que se lo regaló, porque «no le debían pagar por él ni siquiera los gastos derivados del transporte».
«Cuando llegó aquí, venía enfermo, muy delgado y tenía bultos por todas partes», explicó Carmen, quien, sin embargo, reconoce que «ahora está de maravilla y no le falta de nada. Pace todo cuanto quiere y pasa todo el día al aire libre, pues no le gusta la cuadra».
En sus cinco años de estancia en A Pastoriza, Copito ha ganado un protagonismo especial entre los animales de su nueva granja, tal y como dice Carmen, quien reconoce, sin embargo, que «beneficio no nos reporta ninguno, aunque tampoco da gastos, porque le damos algo de pienso, lo desparasitamos todos los veranos y también lo afeitamos una vez cada año», relata.
La propietaria de este pollino, que encontró en A Pastoriza el lugar ideal para pasar sus últimos años, está encantada con él, porque «es muy bonito, simpático y muy sibarita a la hora de comer». De hecho, agrega Carmen, «además de la hierba, lo que más le gusta es el pienso, las galletas, la cerveza sin alcohol y, en verano, los helados». «Es un goloso y por eso está así de gordo», sentencia su propietaria, que anima a la gente a no sacrificar los burros.
