Opinión

Tutelas y calusuras

Luis Suñén, escritor, poeta, editor, musicólogo —fue director de Scherzo— le debe mucho a Sobrado y a sus monjes. Lo confiesa él en el El Ciervo. "Todos los domingos voy a misa al monasterio", escribe. Durante muchos años fui visitante dominical a Sobrado y a la misa que celebran los monjes. Se me fueron los amigos que tenía allí. Cuando en Sobrado murió Pablo recibí un mail, anónimo y original. Me comunicaba que ese correo dejaba de estar operativo: su titular se había ido a reunir con el Supremo. Desde que murió Víctor, amante de la música, buena gente, con calor humano, no he vuelto por el monasterio.

Encontraba paz en aquel largo oficio dominical. Disfrutaba aquellos cantos. El tiempo allí lleva otro ritmo. A veces, lo confieso, me alteraba la homilía de un fraile que salía de excursión por la política. Aunque fuese sentido lo que decía en el oficio de profeta o de militante, de izquierdas por supuesto, sonaba ajeno a la realidad de la política. Si la Democracia Cristiana (DC) fue un error, un grave pecado del Vaticano, le aplico el mismo criterio a quienes en nombre de ese mismo Dios y del evangelio pretenden o pretendieron marcarnos a los ciudadanos camino político únicamente por una izquierda utópica. La DC en Italia es la prueba del pecado por la derecha. No hablemos ya del franquismo. Nicaragua es una bofetada para quienes vieron la liberación del oprimido en el sandinismo. Ernesto Cardenal confesó su ingenuidad.

Estos predicadores no asumen que desde la Ilustración e incluso desde que Cristo separó al César y a Dios, la posición y el pensamiento político pertenece a la autonomía del ciudadano. No necesitamos tutelas políticas desde el púlpito, y menos desde una pretendida superioridad moral. Creo que no cabe el sermón político en una sociedad abierta y de ciudadanos soberanos, incluso desde la proximidad en la misa de Sobrado.

Dicen que todos llevamos un monje dentro. El que pudiera haber en mí quizás lo descubrí con Thomas Merton. No lo sé. Me intriga esa vida. Cao Martínez, sobre todo en Ocultarse en una hoguera, me ayudó a aproximarme al trapense estadounidense, una vida plena: místico, poeta, pacifista, incómodo para el catolicismo oficial. Sospecho que aunque humanos, también para las pasiones y las debilidades como se denunció en Montserrat, estos monjes son de otra masa diferente a la mía. Disponen de una vía de conexión espiritual, de estar sin estar, que se me escapa. Merton confiesa que en la convalecencia de una intervención quirúrgica sintió el amor y el fuego de la vida con una enfermera. Se entiende, no así lo que se denunció en Montserrat. Merton optó por la trapa.

Impulsado por lo que Suñén escribe fui a la página web del monasterio de Sobrado. Informa que "queda clausurado preventivamente por motivo del coronavirus, con lo cual no habrá visitas turísticas (la tienda permanecerá abierta); no se recibe a huéspedes ni a peregrinos y tampoco habrá acceso al oratorio de los monjes, ni para la misa ni para otros actos de culto". Curioso, hasta lo de la tienda. Me fui a Samos, que dice que cierra la hospedería por consejo sanitario, y a Oseira, donde no figura ninguna "clausura preventiva". 

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