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Transporter 4

EL DÍA que Jason Statham pidió once millones de dólares por protagonizar el cuarto capítulo de la saga 'Transporter', alguien tenía que haber visto que aquello se terminaba. Ni la serie daba para tanto, ni nadie podría sustituir al héroe de acción más importante de nuestro siglo. 'Transporter' fue a Statham lo que 'Rocky' a Stallone: el trampolín definitivo de su carrera y la asunción de que aquel personaje solo podía tener su piel y su músculo. Pero la factoría Besson no lo creyó así y pensó que el show debe continuar con o sin Statham. Y lo que antes era una franquicia física y cercana a la Primera División de la acción ochentera, bajó varios peldaños y se metió en una Tercera Regional del 'Fast & Furious'.

'Transporter legacy' es un subproducto veraniego que se estrena fuera de fecha, en un septiembre que en Lugo es de transición de toda la vida. En inglés le han puesto el apellido 'Refueled', que no tiene nada que ver con ese legado que se sacó de la manga la traducción española. Aquí parece que interpretaron que era mejor resaltar ese traspaso de poderes entre actores (y en una relación paterno filial) que enfatizar un repostado sin demasiada credibilidad.

Con referencias a 'Los tres mosqueteros', la película encomienda a Frank Martin la misión de vengar a cuatro chicas que fueron víctimas de trata de blancas por la mafia de un país del Este. 'Transporter legacy' sitúa la acción en una Costa Azul que permite planos aéreos muy pintureros y una persecución por las calles de Montecarlo perfectas para vender el tráiler.

El relato y el discurso no tienen ni un pase, con un retrato femenino pobre y uno masculino plano, pero este último capítulo de 'Transporter' aún se entretiene en las tres o cuatro escenas de acción para las que se montó todo lo demás.

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