Tóxicos hormonales, la amenaza sin fronteras

Cada vez más voces autorizadas alertan sobre el efecto que multitud de sustancias legales tienen sobre el sistema endocrino. Pueden causar desde problemas de fertilidad, alteraciones en el desarrollo o diabetes hasta diversos tipos de cáncer

SDE HACE algunos años, los envases de muchos productos de consumo habitual no resaltan solo las sustancias químicas que contienen, sino, y cada vez en letras más grandes, las que no contienen. 'Sin ftalatos', 'sin bisfenol-A', 'sin PFOA', 'sin parabenos' son leyendas ya habituales en los lineales del supermercado. Estas advertencias son en realidad una reacción a la creciente preocupación entre los consumidores, científicos e instituciones de salud por los tóxicos que pueden afectar a nuestro sistema hormonal y para cuya denominación se va imponiendo el calco del término anglosajón disruptores endocrinos, aunque se les conoce también como perturbadores o alteradores endocrinos o contaminantes hormonales.

Sobre estas sustancias —a las que define su capacidad para alterar el equilibro hormonal de los organismos vivos—, se cierne la sospecha de causar desde problemas reproductivos en hombres y mujeres hasta cáncer de mama, ovarios, próstata, testículos o tiroides; alteraciones neurológicas, enfermedades metabólicas, como la diabetes, o propiciar la obesidad.

El pediatra y endocrino sarriano Manuel Pombo señala que el catálogo de tóxicos hormonales "es muy amplio y crece día a día". Aunque en su inmensa mayoría se trata de productos químicos sintéticos, también pueden tener este efecto algunos elementos naturales. En el primer caso, "se incluyen disolventes y lubricantes industriales, pesticidas, fungicidas, plásticos y plastificantes, productos farmacéuticos y metales", resume, y entre los compuestos naturales estarían "los fitoestrógenos tales como la soja, la alfalfa y el trébol". aunque muchos investigadores consideran que el cuerpo humano está más preparado para eliminar estos últimos.

Su presencia está tan ligada a las rutinas cotidianas que es verdaderamente difícil, por no decir imposible, no entrar en contacto con ellos. 2Los productos para el hogar más comunes, los productos para el cuidado personal e incluso los alimentos y el agua, son algunas de las fuentes principales de exposición a sustancias químicas" que pueden perturbar el sistema hormonal, explica el doctor Pombo. Por su inmadurez y pequeño tamaño, "los niños son quienes corren el mayor riesgo de efectos adversos", apunta este especialista.

La asociación entre estas sustancias y los problemas de salud no es reciente, o lo es relativamente. Si en 1962, el libro Primavera silenciosa, de Rachel Carson, dio la primera señal de alarma sobre cómo determinados productos químicos sintéticos habían contaminado el planeta y sus habitantes, en 1996 Nuestro futuro robado, de Colborn, Dumanoski y Myers, recopiló las pruebas científicas que relacionaban problemas reproductivos en especies silvestres con sustancias químicas con efecto en el sistema endocrino.

FAUNA. Mientras en humanos se sigue investigando, en fauna se ha demostrado en múltiples ocasiones la relación entre los disruptores endocrinos y los problemas reproductivos y alteraciones sexuales. En Galicia, por ejemplo, el catedrático de la Universidade da Coruña Rodolfo Barreiro probó que el tributiltin (TBT), un compuesto que se utiliza en pinturas antialgas para equipamientos marinos, era el causante de un fenómeno de superposición de caracteres sexuales masculinos en hembras de gasterópodos –un tipo de molusco—, denominado imposex.

En el listado de efectos en animales provocados por sustancias químicas artificiales vertidas al medio ambiente, se incluyen alteraciones de la función tiroidea, disminución de la fertilidad y del éxito de incubación; deformidades de nacimiento; anormalidades metabólicas y de comportamiento; desmasculinización y feminización en especímenes machos y desfeminización y masculinización de hembras, así como alteraciones en el sistema inmune.

COMPORTAMIENTO. En el caso de los humanos, sin embargo, "todavía nos movemos en el mundo de las sospechas, carecemos de pruebas concluyentes", afirma Manuel Pombo. A esto contribuye que los disruptores endocrinos no presentan una pauta de toxicidad similar a la de otros contaminantes, en los que la dosis de exposición condiciona el daño causado. En los tóxicos hormonales, sin embargo, el momento de la exposición puede ser tan o más determinante que la dosis. De hecho, se considera que los fetos y bebés son especialmente sensibles a estas sustancias y que hay períodos críticos en los que una cantidad mínima puede causar graves daños.

Así, no existe una relación lineal dosis-efecto y puede suceder que una cantidad baja tenga consecuencias más dañinas que otra intermedia, por lo que es difícil, sino imposible, establecer umbrales seguros de exposición. Gran parte de la comunidad científica es partidaria de abordar los disruptores endocrinos como un grupo, no como una sustancia, dado que pueden tener un efecto sinérgico o aditivo y, aunque no supongan un problema a nivel individual, pueden serlo en combinación con otras, lo que se conoce como efecto cóctel.

Según recoge Manuel Pombo, los efectos "se manifiestan con mayor frecuencia en la progenie que en el progenitor expuesto" y, aunque la exposición se haya producido durante el desarrollo embrionario, «"as manifestaciones pueden no ser evidentes hasta la madurez del individuo".

Un ejemplo de este último fenómeno es el caso del estrógeno artificial dietilestilbestrol, un medicamento —comercializado en España como Protectona— que se recetó a muchas mujeres encinta entre 1940 y 1971. Los estudios demuestran que las mujeres cuyas madres tomaron este fármaco después de la vigésima semana de embarazo no presentan deformidades del conducto reproductor, mientras que las que quedaron expuestas antes de la décima semana tienen más probabilidades de desarrollar cánceres vaginales o cervicales en la edad adulta.

Por otra parte, se ha demostrado que la baja biodegrabilidad de los disruptores, la facilidad de transporte a través del agua y el aire y la bioacumulación en la cadena trófica los convierte en un problema universal y de larga duración. Muestra de ello es el caso del pesticida DDT, retirado del mercado en 1972 y aún presente en la población.

NUEVO ENFOQUE. Numerosas sociedades científicas y ecologistas, han manifestado su preocupación por la lentitud y la laxitud con la que las instituciones de gobierno están tratando estos tóxicos. A pesar de que la Comisión Europea definió una estrategia al respecto en 1999 por mandato del Parlamento, esta se ha cumplido "someramente", considera el catedrático de Radiología de la Universidad de Granada Nicolás Olea, que lleva dos décadas investigando los tóxicos hormonales. Muchos ven en esta falta de acción la capacidad de influencia del lobby industrial, que defiende la seguridad de sus productos y sus intereses.

Las voces críticas piden que se cambien los criterios de evaluación y que se aplique el principio de precaución, es decir, que se tomen medidas para eliminar o reducir la exposición a estos tóxicos aunque no se hayan probado de forma concluyente sus consecuencias. "No va a haber más pruebas que las que ya tenemos porque piden un nivel evidencia que no se pide para ninguna otra cosa", apunta Olea.

Consumo informado
Frente a la tímida respuesta institucional a la presencia de tóxicos hormonales en productos de consumo, la información puede ser una vía para disminuir la exposición a sustancias tóxicas y, al mismo tiempo, lanzar un mensaje a las empresas sobre el tipo de productos que interesan o no.
La información puede hallarse por distintas vías, desde lecturas y búsquedas activas en la web —Ecologistas en Acción tiene la página libresdecontaminanteshormonales.org— hasta aplicaciones
para móviles, como Ingred o Ingredio, que interpretan las etiquetas y detectan si hay algún elemento que puede tener algún tipo de efecto tóxico.

Asociacionismo
El catedrático de Radiología Nicolás Olea también recomienda asociarse y "apoyar ONGS y grupos que hagan lobby en Europa" para defender la protección de los ciudadanos.

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