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Temporales

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photo_camera El viento, protagonista de los últimos temporales. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

LUNES

Por fortuna, nuestras leyes no ven en una niña de quince años nada más que a una niña de quince años. Por desgracia, sigue habiendo demasiada gente que sí.

MARTES

Ya está aquí Daniel, la cuarta gran borrasca de la temporada. Siempre me gustó más el término temporal, mucho más coloquial y mucho más arraigado en unos recuerdos de la infancia que acostumbramos a construir sobre palabras casi en desuso. De los viejos temporales me gustaban varias cosas, la primera de ellas que nos obligaban a quedarnos en casa y comportarnos como una familia de verdad. Mi abuela Elvira encendía la cocina de hierro, la tía Lola cocinaba papas de harina y las horas nos las fumábamos desgranado espigas y jugando a la escoba. Siempre volaba algún tejado por los aires y la primera actividad extraescolar, cuando los cielos nos devolvían cierta calma, era recorrer el pueblo en busca de los hogares agraciados con la pedrea del mal tiempo. "Le voló media casa a Isidoro", decía uno. Y allí que íbamos todos, como una banda de pequeños carroñeros a contemplar el desastre con nuestros propios ojos. Un día se nos volaron cuatro tejas a nosotros y en la casa se formó un escándalo monumental, con mi tía corriendo de aquí para allá y la abuela persignándose por los pasillos: creo que pocas veces he sido más feliz.

MIÉRCOLES

Leo maravillado la entrevista que publican hoy los compañeros de La Voz de Galicia al líder de los socialistas gallegos: Gonzalo Caballero. Conviene no confundirlo con el verdadero líder de los socialistas gallegos, Abel Caballero, pero esto es harina de otro costal. El caso es que la entrevista en cuestión no tiene desperdicio y nos acerca un poco más al perfil menos conocido de Caballero II, a su lado más humano: no se ha bebido nunca un cubata, no disfruta de la comida, no le gusta fútbol... Rick Dekard, el protagonista de Blade Runner, habría concluido que posiblemente nos encontramos ante un sofisticado replicante pero, al menos que yo sepa, eso no lo imposibilita para optar a la presidencia de la Xunta de Galicia.

JUEVES

 Anda el madridismo revolucionado por la actuación de los colegiados —el humano y el tecnológico— en el Clásico de ayer. A mi pocas cosas me gustan más que robarle al Real Madrid, me hace sentir un poco como Robin Hood y otro poco como Jesucristo, capaz de entrar en el templo del fútbol y correr a los mercaderes blancos a gorrazos. "Para robar no vale cualquiera", decía un vecino mío al que tenía mucho cariño hasta que desapareció mi bicicleta. Nunca supe si había sido él pero era un hincha acérrimo del Madrid y eso, al menos en aquellos tiempos, todavía significaba algo.

VIERNES

"Y perdí la cuenta de las veces que te amé. Desquicié tu vida por ponerla junto a mí. Vomité mi alma en cada verso que te di, que di. Olvidé... Me quedan tantas cosas por decir, por decir". De Jesucristo García, una de mis canciones favoritas de Extremoduro.

SÁBADO

He amanecido en un local que creía olvidado, discutiendo con mi querido Serafín Alonso sobre periodismo. No se me ocurre mayor muestra de decadencia personal y profesional, si es que alguna vez dejé de navegar por el fango, pero las cosas no son como uno quiere que sean: son como son. "Por mi no quedaría un columnista vivo", porfía Serafín mientras yo pido dos cervezas más y la camarera nos mira como a una película antigua, como vestigios de un tiempo que se construía sobre palabras acartonadas y donde uno se escondía de los temporales, no salía a desafiarlos perfumado en colonia. Al mal tiempo buena cara, mi estimado Serafín: hijo de Serafín, nieto de Serafín.

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