Opinión

Teatro político del absurdo

EN EL TEATRO del absurdo (1961) Martin Esslin incluía un conjunto de obras publicadas entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado con una trama sin significado y a veces sin sentido, con diálogos inconexos y repetitivos y sin argumentación dramática. La fantasía y la pesadilla sustituyen a la realidad objetiva.

Bueno, pues el bloqueo político y parálisis que vive España es como una derivación de ese teatro, con mucha incoherencia y situaciones carentes de toda lógica. Parafraseando a Albert Camus, inspirador de esa corriente teatral, si la política no puede ser explicada en términos racionales, entonces hemos de resignarnos y admitir que la política es absurda.

En esas estamos. El presidente pasó julio y medio agosto de reunión con 180 colectivos profesionales, sindicales y de oficios varios —pura operación de márquetin— para recabar opiniones y acorralar a Podemos, cuando lo racional era reunirse con los grupos parlamentarios, presentarles un programa, buscar acuerdos y obtener apoyos para ser investido.

En paralelo, la semana pasada asistimos al peregrinaje político por el país de ocho ministros con el 'libreto' aprendido para repartir culpas por la falta de Gobierno entre Populares y Ciudadanos, por la derecha, y Podemos, los que eran sus socios preferentes, por la izquierda.

En Galicia recalaron dos ministros, el insignificante Pedro Duque y la más adicta a la causa reyes Maroto que, como es natural en su proceder, ningunearon al presidente del Gobierno gallego con la complacencia del primer nivel de su partido en Galicia.

Llama la atención que la ministra marginara también al conselleiro de Economía viniendo a Galicia a reunirse con el Comité de Empresa de Alcoa. Sorprende más aún que condicionara la salvación de esta empresa a que Feijoo facilite el gobierno de Sánchez (¡!).

¿Dijo esto porque sabe que el problema de Alcoa se cerró en falso y ella se "cura en salud" para culpar después a la Xunta del cierre definitivo, que se producirá más pronto que tarde? No lo descarten.

Pero agravios institucionales aparte, que no es hora de victimismos —los gallegos ya salimos de casa "llorados"—, lo más preocupante es que el futuro de España, sus problemas presentes, las reformas pendientes, la crisis que se avecina…, queden al margen de la gestión política, suplantada por relatos emocionales y actitudes que priman intereses personales y partidarios. Es el teatro político del absurdo, dramático para el país.