También fuimos cultos

Nuestro capricho cultural se llama MIHL. (Foto. Pepe Álvez)
photo_camera Nuestro capricho cultural se llama MIHL. (Foto. Pepe Álvez)

EL FOLLONERO Jordi Évole hizo repaso hace unos días en un programa de televisión titulado ‘Cuando éramos cultos’ de los caprichos arquitectónicos que la bonanza económica impulsó en algunas capitales españolas y que la crisis dejó a medio construir. La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, la de la Cultura de Santiago o la del Circo de Alcorcón fueron algunas de las megaconstrucciones que recorrió acompañado de críticos con este tipo de edificaciones llamativas pero faltas de contenido.

El fenómeno nos suena a los gallegos por el dispendio de 300 millones de euros que se ha llevado ya el proyecto del monte Gaiás, aunque también en Lugo tenemos un claro ejemplo de lo que nos ha dejado la burbuja cultural y que viene a demostrar que nosotros también fuimos cultos. El Museo Interactivo de la Historia de Lugo, al que llamamos MIHL por economía del lenguaje, no fue sin embargo un ejemplo de ahorro en su construcción, que ya se ha comido más de 10 millones de euros y aún no ha sido inaugurado.

La idea de este centro dedicado al pasado de la ciudad le surgió al gobierno de José López Orozco para imitar proyectos similares como los impulsados por Francisco Vázquez en A Coruña, como la Casa do Home, la de las Ciencias y la de los Peces, que además de reclamo para los turistas, le sirvieron al socialista para acrecentar su hoja de méritos en cada cita electoral. Tras convocarse un concurso de ideas al que concurrieron estudios de arquitectura especializados en espacios culturales, la firma Nieto Sobejano logró ganarlo con un innovador edificio enterrado sobre un parque de chimeneas cilíndricas que ha recibido elogios en foros de arquitectura. Claro que el problema del museo, como en el resto de edificaciones culturales antes citadas, es llenarlo de contenido y, a su vez, de visitantes.

Para el primer reto se diseñaron contenidos audiovisuales que serán proyectados en una gran sala circular y se han trasladado varias piezas arqueológicas de otros museos, como el hito fundacional de la ciudad que hasta ahora se podía ver en la sala Porta Miñá, Además, la concejalía de cultura, que ahora dirige el BNG, pretende utilizar alguno de los espacios para exposiciones temporales o permanentes de obra de artistas lucenses.

El segundo reto, más complicado si cabe, es conseguir atraer visitantes más allá de la curiosidad que despertará entre los lugareños durante los primeros meses de vida.

Hecho ya el gasto, lo que nos queda ahora es saber venderlo, ya no digo como hicieron los bilbaínos con su Guggenheim, que logró atraer a la capital vizcaína una especie urbana hasta entonces desconocida, el turista. Pero visto que los sucesivos caprichos culturales perdieron su efecto llamada, el MIHL al menos debería servirnos para demostrar que en Lugo alguna vez también fuimos cultos, tanto que nuestros antepasados nos levantaron murallas para regocijo de la flora autóctona y los vencejos o nos construyeron teatros que acabamos demoliendo para ahorrarnos funestas noches de estreno.

Dice el sociólogo Amando de Miguel que en España la cultura que triunfa es la de la apariencia y quizá de ahí viene esta obsesión nuestra por los contenedores.

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