Opinión

Suiza también tiene cantón en Lugo

WETZIKON. UNA localidad que pocos lograrían situar en el mapa más allá de algún concursante loco de 'Saber y ganar'. La mayoría tiraría de lógica y quizás la colocaría en centroeuropa, en algún lugar de Alemania, Austria o Suiza. Esa sería la forma de actuar de cualquier individuo, salvo que fuese de Lugo. Entonces lo pondría en el país helvético, sin dudar ni un solo instante, en el cantón de Zúrich, en la zona germano parlante y próspera, entre bancos, quesos y buena cerveza.

Desde hace casi una década ese nombre ha dejado de ser una entelequia con nombre gas mortal en el Ángel Carro. En el registro civil de su Rathaus aparece un nombre escrito el 22 de junio de 1984. Allí se había dirigido el padre de los Rodríguez Morgade para inscribir a su hijo Manuel. Era uno de los vástagos de una familia de trabajadores ourensanos, como otras miles de ellas que salieron a lo largo del siglo XX para formar parte de la creciente industria del corazón europeo.

Aquella inscripción no fue una más en Wetzikon. Allí nació un gran capitán, un tipo con el carril izquierdo pegado a su bota, unido a su corazón, aferrado a una figura que ha dejado cientos de tardes para el recuerdo al lado del Miño.

Manuel volvió a Ourense cuando era niño, sin hacerse todavía suizo, aunque le quede el carácter calvinista y callado de los helvéticos. Aquel Manuel se convirtió en Manu en el Pabellón y luego en el CD Ourense. Lo hizo desde la posición de extremo, cultivando su personalidad humilde e introvertida y su esfuerzo innegociable.

Aquel Manu que vestía una camiseta roja y un pantalón azul cambió su vida en 2007. Llegó a un club en crecimiento, de zamarra rojiblanca y espíritu ambicioso. Acabó por unirse a Quique Setién, que lo atrasó en el campo y lo impulsó en el interior de la hinchada, le otorgó los galones futbolísticos necesarios para ser una referencia en el lateral y le dio el brazalete para pasar a la historia.

Más allá de sus brazos abiertos, que abarcaron al mundo que lo observaba tras meter un penalti en el Carranza, Manu es ya un icono por méritos propios. Es una figura que será siempre recordada por su apego a un club y a una ciudad. Nunca dio que hablar fuera del campo, ni cuando era inamovible del once, ni cuando le cedió el testigo a un compañero, como hizo en las últimas jornadas a Leuko. El domingo volvió a dar clases particulares de cómo se comporta un carrilero de siempre. Quizás sea su último año al lado del Miño. Quizás no y su estampa y carácter sigan marcando días de gloria. El Phillip Lahm de Wetzikon regresó con la esperanza de que el nombre de su ciudad natal siga siendo venerada en Lugo.

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