Sombrillas

ES MUCHO más fácil adquirir hábitos que proscribirlos, y más si sobre ellos recae el poso de las tradiciones. No importa que la tradición sea la «personalidad de los imbéciles», como dijo Maurice Ravel, porque nos gusta aferrarnos a las viejas costumbres, por mucho que sea el barniz modernista que embadurne nuestras conductas. Eso debe pensar la mujer que ayer se quejaba en la playa de A Rapadoira de la sustitución de las ancestrales sombrillas de paja por las de lona tricolor, con los colores de la bandera de Foz: azul, verde y blanca. Afirmaba que el arenal ya no paree el mismo aun siéndolo. Los prehistóricos paraguas artesanales, que era necesario retocar o reconstruir cada temporada, le daban quizá una presencia más acogedora, más cálida, que armonizaba perfectamente con las sombrillas multicolor de los usuarios y demás parafernalia playera. Es para gustos, pero al margen de la estética, los nuevos tornasoles son, por abreviados, menos funcionales. Dan menos sombra, claro.

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