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Si no fuera por lo que une

SI NO FUERA porque hay otoños fríos y otoños recogidos en un mundo preciso y distinto y oscuro, a veces, y brillante, a veces. Y otros días acompañados de noches que se aprenden o que se preguntan o que se pierden en mil historias que tienen que ver con otras historias de otra gente, de otras tierras. Si no fuera porque hay un rumor que canta y otro que anticipa, sin ser, necesariamente, palabra perdida ni retorcido argumento ni cuento, ni cuento. Si no fuera porque hay relatos que valen, que perduran, que conquistan, que atrapan lo inasible, que dinamitan dogmas y hacen estallar en pedazos la palabra férrea. El sí. El así. Si no fuera porque hay voces y hay promesas y hay aliento y hay sorpresas en aquella plaza y en este callejón, tan inusitadamente lleno de verdades. Si no fuera porque hay sol y hay dicha y porque es cierto que hay sorpresas y que hay belleza y que está el alma, en ocasiones, en suspenso, y que quien sabe mirar, encuentra, lo que no se ve, lo que necesariamente no es tan fácil de ver para los ojos cansados o demasiado escépticos o quizá dormidos. Si no fuera porque hay libros, infinitos y repletos, esperándonos, acompañándonos, siendo, al mismo tiempo, lo sólido y el sueño, lo que nos hace comprender y no comprender, volar y pisar asfalto con pies de plomo.

Si no fuera porque existe el caos a la vez que el orden; la calma a la vez que el ruido ensordecedor; la furia al tiempo que la placidez. Porque hay horizonte en el mismo plano en el que se encuentra la proximidad; luces al lado mismo de las sombras. Porque hay siempre un volver y un lugar, porque un partir y un permanecer en algún sitio. Que no sea aquí y que también sea aquí. Si no fuera porque se puede muchas veces lo imposible y otras veces lo improbable y porque tampoco se puede todo lo que se quiere y no hay para tanto. O sí que lo hay. Y entonces es tristeza y es problema y es silencio y es hastío. O no hay para tanto y es desaliento, pero esperanzado. Si no fuera porque se juntan sustantivos y adjetivos en extraño abrazo, compartiendo un mundo desconocido. Si no fuera porque hay cosas así, que se precipitan la una hacia la otra sin remedio para construir algo. Para intervenir el espacio. Y hacer sentir el arrebato de la valentía en la punta de los dedos. Y hacer sentir.

Si no fuera porque tú en vilo y yo en vano; porque tú calle y yo rincón; porque tú niebla y yo relámpago. Relampagueante porvenir, lleno de palabras. Si no fuera porque no importa que no haya luz mientras haya historias, que no haya mucho de algo mientras haya un poquito de algo. Si no fuera porque queda por conocer y porque queda por aprender y porque queda por descubrir y porque queda por atender. Si no fuera porque curiosidad y porque asombro; porque reposo y ajetreo. Porque hay un siempre y hay un nunca y hay un tiempo. Y no parece que vaya a cambiar demasiado lo que siempre cambia de arriba abajo y de derecha a izquierda. O todo lo contrario.

Si no fuera porque somos de este modo y del otro modo, porque somos exquisitos y no tanto; porque nos equivocamos y nos perdemos y nos dormimos y nos confundimos de todas las maneras posibles. Y delas que no hay. Y no tanto. Si no fuera porque lo demás seguirá y lo que pasó pasó y lo que murió permanece. Si hacemos un esfuerzo, permanece.

Y si no fuera porque nadie será capaz de arrebatarnos lo que tuvimos a pesar de olvidarlo o extraviarlo o relegarlo al cajón donde la memoria crece y canta y puede que haga versos y puede que sean buenos versos que digan buenas cosas y que acaricien levemente, aunque sea. Con la levedad de un gesto que no llega a materializarse pero que, en un instante, se cruza con la mirada de quien lo va a recibir. Sea quien sea. En ese trance en que no importa nada más que ser. Y vivir.

Si no fuera por eso. Por todo el amor y todo el temblor y todo lo profundo y todo lo humano. Por todo el vínculo. Y todo el ensamblaje quebradizo, emocionante, nuevo y diferente y genuino, que nos une, a veces bruscamente, a veces maravillosamente. Pero que nos une.

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