Si es entre dos, mucho mejor

Roberto, María y su pequeña hija, María.
photo_camera Roberto, María y su pequeña hija, María.

Unas de mayor importancia y otras casi intrascendentes, pero todas conforman el grupo de decisiones que, un día cualquiera, una persona toma constantemente, y es esa dinámica de aceptación y rechazo la que le permite avanzar. Pero hay elecciones que marcan toda una vida, o al menos eso es lo que se pretende cuando se cree haber encontrado a la media naranja, esa persona con quien compartirlo todo. En esa situación de privilegio dicen encontrarse cuatro lucenses muy conocidos por sus respectivas profesiones -el futbolista Roberto Fernández, la cantante Lucía Pérez, la escritora Marta Rivera de la Cruz y el humorista y presentador de televisión Roberto Vilar- que, a unos días de la celebración de San Valentín, reviven el inicio de sus respectivas historias de amor y cuentan por qué sus parejas siguen siendo el centro de sus vidas.

Encontrar el amor ‘en casa’

Para el portero del Granada CF, Roberto Fernández, pese a llevar 15 años residiendo fuera de su Chantada natal por motivos profesionales y de ser una persona pública y conocida, el amor surgió en su tierra de siempre y con su gente de siempre, durante unas vacaciones en la casa familiar. En Chantada conoció hace tres años a Aitana Penas, una joven del mismo municipio que él y que, también como él, volvía a casa por vacaciones. Roberto recuerda que «lo nuestro fue un flechazo, ya no volvimos a separarnos hasta que acabaron las vacaciones. Entonces mantuvimos durante unos meses una relación a distancia, hablando a diario por teléfono y haciendo ambos muchos kilómetros en pequeñas escapadas para visitarnos uno al otro en Granada o en Ourense, donde ella trabajaba». Y así hasta el reencuentro navideño, momento en el que decidieron dar un paso más e irse a vivir juntos. Fue Aitana quien lo dejó todo para fijar su residencia en Granada junto al futbolista que, transcurrido el tiempo, ve en esa decisión su ‘mejor jugada’. El siguiente paso no fue menor: su boda, el pasado junio, en San Pedro de Líncora, la parroquia de la novia. Ha pasado poco más de medio año desde entonces y el balance, como el de la convivencia anterior, no puede ser más positivo. «A Aitana le costó un poco adaptarse a las situaciones que se generaban por ser yo una persona conocida, pero lo ha ido asumiendo y ahora para mí es un apoyo fundamental, me sabe escuchar, me aconseja... En una profesión como la mía, que es una auténtica montaña rusa, en la que un día te adoran y al siguiente te critican, es muy importante la estabilidad personal en el ámbito privado», recalca Roberto.

Y el próximo mes de agosto, otra vez en verano, la estación de su primer encuentro y de su boda, se producirá un nuevo y esperado momento señalado en sus vidas, el nacimiento de su primer hijo. El ‘baby boom’ futbolístico sigue.

‘Lady Martelo’

Aunque su discreción hace que sea una faceta apenas conocida de su vida, la escritora lucense Marta Rivera de la Cruz suma ya 14 años de relación -los últimos seis también de convivencia- con su pareja, el abogado coruñés Marcial Martelo de la Maza, marqués de Almeiras. Pese a que Marta lleva media vida residiendo en Madrid, fue también durante unas vacaciones estivales en Lugo cuando lo conoció. La finalista del premio Planeta recuerda que «fue un cúmulo de casualidades, ya que teníamos amigos comunes desde hacía mucho tiempo, pero nunca habíamos coincidido hasta que nos invitaron a ambos a una fiesta en Miño a la que, en principio, ninguno de los dos tenía pensado ir». A Marta, finalmente, la invitación le coincidió con una de sus escasas estancias en Lugo y sus amigas consiguieron animarla para acudir... y allí estaba él. «Me gustó desde el primer momento, y yo me fío mucho de la atracción repentina, pero es cierto que irlo conociendo en los meses posteriores fue lo que realmente me enamoró. Es una persona inteligente, generosa y, sobre todo, muy honesta, con los demás y consigo mismo», elogia Rivera de la Cruz.

Después de aquel primer encuentro fortuito, la casualidad siguió jugando a favor de esta pareja. Marcial, quien entonces vivía y trabajaba en A Coruña, estaba pendiente de un traslado a Madrid por motivos laborales que, de hecho, se produjo en los meses siguientes. Y ya no hubo más casualidades. «La verdad es que ambos tratábamos de coincidir y, aunque nuestra historia fue despacio -no sabría decir en qué momento comenzamos a ser pareja ‘oficial’-, creo que tuvimos claro desde el principio que íbamos a estar juntos», cuenta ella.

En ese proyecto compartido continúan, algo «fácil -según explica-, porque él entiende y se adapta a mi ritmo de vida». Propiciando la broma, ella comenta que se ha hecho también a la idea de ser la ‘consorte’ de un noble, una condición que no tiene más peso en sus vidas que la de las anécdotas que a veces genera, «como cuando, estando ambos en un club en Londres del que Marcial es socio y hay constancia de su título nobiliario, se dirigieron a mí como ‘Lady Martelo’».

Mejor, compartido

Marta Rivera identifica como una de las mayores ventajas de vivir en pareja el hecho de compartirlo todo, sobre todo alegrías como fueron el saberse ganadora del premio Ateneo Joven de Sevilla de Novela, que se falló la misma noche que ella y Marcial se conocieron, o el ser finalista del Planeta, en 2006. También para el actor, humorista y presentador xovense Roberto Vilar compartir es la palabra clave. Su filosofía es que «se o máis importante na túa vida es ti mesmo e non necesitas compartir o que tes, é que algo non vai ben», y la aplica tanto a la que desde 2011 es su mujer, María Garrido, como a su ‘otra’ María, la pequeña hija de ambos, de dos años de edad.

Lo de esta pareja fue todo un flechazo, de modo que tras el primer encuentro la relación se inició casi de inmediato. Unos meses después se fueron a vivir juntos «porque queriamos todo o un do outro e, como di meu amigo Toñito de Poi, as cousas ou son fáciles ou imposibles, e no noso caso todo foi moi fácil», asegura. La boda vino después, como broche de oro, con su hija de apenas un año de edad como testigo, «porque nos apetecía casarnos, pola Igrexa e con moitos invitados, porque nós somos moito de festexar ¡e que cousa pode merecer máis unha festa!», acaba.

Primero, amigos

El de la cantante de O Incio Lucía Pérez y su novio, Pablo, fue el típico caso de unos buenos amigos que, sin saber bien cómo ni cuándo, acaban siendo algo más. Se conocieron en Oviedo estudiando Magisterio Musical y, tras dos años de confidencias de amigos, se convirtieron en pareja «con moito medo a que aquelo non funcionara e quedarmos sen nada: sen parella e sen amizade», recuerda Lucía. Pero no fue así y en la ciudad asturiana donde se conocieron continúan residiendo, ahora compartiendo vida y proyectos. Lucía asegura que «foi el quen tivo que adaptarse máis, polo tipo de traballo que teño, con tanta viaxe e case sempre fóra as fins de semana», al tiempo que confiesa que «a min non me gusta estar soa, o mellor é compartir e se é coa persoa que queres, ¡imaxínate!, non se pode pedir máis».

Ambos tienen que hacer encaje de bolillos para hallar ese tiempo, pero cuando surge, entre las galas de ella y la actividad docente de él, «gozámolo ao máximo, sobre todo viaxando, ou simplemente saíndo de viños, sós ou con amigos. O importante é estar xuntos», acaba.

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