"No pagaba las copas, era amigo de Adán", "un día le cobraron y fue a reclamar", "solía subir con una chica delgada, llamada Joy", "nunca les vi pagar una copa", "en el club no iba con mujeres, pretendía sacarlas del club pero gratis, por la cara", "tú vas a salir conmigo, sino verás la cartiña de expulsión"... Las prostitutas del Queens identifican claramente a los policías que iban al local de García Adán, colocados siempre al fondo de la barra con otros compañeros de la Policía Local y la Guardia Civil. Pelo blanco, Félix o Melendi, así los conocían y así también se apelaban entre ellos, con la impunidad que dan una pistola y una placa en un tugurio donde las mujeres sobreviven y se sienten al margen de la ley, aunque no lo estén.
Todos ellos recordarán el caso Carioca quizá como el peor trago de sus vidas, porque fueron detenidos y conducidos al juzgado. Ahora, doce años después, no hay acusación por parte de la Fiscalía. Sobre ellos pesaban los delitos de colaboración con la prostitución coactiva, no cumplir su deber de perseguir delitos, revelación de secretos y cohecho. El fiscal desmonta los cuatro en un extenso escrito, donde el que más chirría es el cohecho: ¿Policías tomando copas y manteniendo relaciones sexuales en un club, incluso de uniforme, no merece una condena penal?
Pues no. Y esta es la explicación: "Si bien existen múltiples manifestaciones que apuntan al hecho de aceptarse o solicitarse habitualmente consumiciones gratuitas, así como ser invitados a mantener relaciones sexuales los policías, dichas manifestaciones se realizan de forma genérica e indeterminada". Es decir, entre las decenas de declaraciones, la Fiscalía no haya la concreción necesaria para poder llevarlos a juicio, y añade que en esta pieza separada hay seis agentes, pero existen "muchos más que no han llegado a adquirir dicha condición de investigados, pero han sido reconocidos e identificados por las testigos e, incluso, la existencia de un número, aún mayor, de agentes de policía no identificados que, en mayor o menor medida, acudieron durante el periodo investigado a dichos locales".
La Fiscalía acusa al exjefe de Extranjería de la Policía por dos expedientes, pero se investigó su intervención en algunos más
Eso por un lado, por otro está la naturaleza del propio delito y que la Fiscalía remite al propio Código Penal: "cohecho lo comete la autoridad o funcionario público que, en provecho propio o de un tercero, recibiere o solicitare, por sí o por persona interpuesta, dádiva, favor o retribución de cualquier clase o aceptare ofrecimiento o promesa para realizar en el ejercicio de su cargo un acto contrario a los deberes inherentes al mismo o para no realizar o retrasar injustificadamente el que debiera practicar". Es decir, si no hay contraprestación por parte del policía no hay delito.
Otra opción sería el cohecho impropio, consistente en la mera recepción de regalos de cortesía. "Sin perjuicio de la improcedencia de la conducta, desde un punto de vista penal es difícil sostener que la imparcialidad de un funcionario policial pueda verse comprometida por la invitación a consumiciones".
Y así se pone final a la historia de los policías habituales del Queens, cuya conducta "moralmente reprobable" no tendrá sin embargo reflejo penal. Sí lo tendrá la de su superior, el exinspector jefe de la Brigada de Extranjería, que dejó pasar dos expedientes de prórroga de permiso de residencia ilegales y a quien el fiscal pide 9 años de cárcel.
El jefe, sin embargo, nunca fue visto en los prostíbulos.
Malos tratos
Otro de los delitos por los que uno de los agentes queda exento es haber tenido conocimiento de unos supuestos malos tratos y no haber hecho nada. El fiscal afirma que las pruebas se ceñían a lo que la víctima relataba y que el agente hizo bastante con recomendarle que presentara una denuncia.