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San Cápito, primer obispo de Lugo, o no

SAN CÁPITO, aunque hay quien se refiere a él como Capitón, que no sé qué será peor, fue el primer obispo de Lugo. Lo que sucede con este hombre es que no hay constancia de que haya cumplido la primera condición para ser obispo, que es la de haber nacido. La leyenda, hace ya mucho tiempo olvidada, dice que fue convertido, bautizado y nombrado obispo de Lugo en el año 60 d.C. por el mismísimo Santiago cuando estuvo predicando en Galicia, cosa muy improbable, como improbable es la presencia del apóstol en nuestras tierras, ni vivo ni muerto.

Luego, sigue la leyenda, Santiago se fue de Galicia y a Cápito lo cogieron los malos y lo quemaron en una hoguera, en un lugar llamado Pontegaos, en la parroquia de San Lázaro da Ponte. Todo eso sale de un cronicón escrito por un monje llamado Hauberto. Durante una etapa larga, en la Edad Media sobre todo, los obispados competían por escribir la historia más bonita y antigua para competir con otros obispados. Es el mercado, amigos y amigas. Así que si podían remontarse a tiempos muy cercanos a la vida de Cristo, mejor, y presentar a un apóstol del Apóstol era conveniente. Así que los cronicones tienen una fi delidad discreta, pues mezclan alegremente fantasía y realidad.

Sobre San Cápito hay tres versiones: por supuesto una de ellas dice que existió y fue obispo de Lugo y otra dice que nunca hubo ningún Cápito. Una tercera, la mejor, dice que hubo dos Cápito, uno obispo y mártir y otro sólo mártir.

Es curioso cómo a partir de una única fuente se generan tres versiones. Durante siglos, la fi gura de Cápito fue objeto de bravas controversias y los más doctos historiadores escribieron sobre el supuesto obispo. Dado que no había forma humana (ni divina) de saber la verdad, pues todo había sucedido, en caso de suceder, muchos años atrás, estos temas se resolvían formando bandos. La cantidad y la calidad de los eruditos que defendían una u otra posición determinaban al ganador. En el caso de Cápito la batalla fue larga y cruenta pues no se hablaba de un personaje menor. Se trataría de una de las primeras personas bautizadas en la península ibérica y por el mismísimo apóstol Santiago. Y además mártir.

Cápito lo tenía todo, así que unos y otros se dedicaban a defender la existencia o la inexistencia de Cápito como se hacían las cosas en la época, en plan: "Aunque Calixto II no reconoció su existencia tampoco la excluyó". O sea que si Calixto II no habló de Cápito eso significa que existió y fue el primer obispo de la sede lucense. Luego unos y otros se miden sus referencias constantemente, a ver quién tiene más.

Sea como sea, San Cápito es uno de esos personajes desaprovechados de este país

Sea como sea, San Cápito es uno de esos personajes desaprovechados de este país. La eterna discusión se fue apagando hasta morir y hoy ya nadie habla de Cápito. A ver: la mayoría de los primeros cristianos son personajes irreales. Salvando los de los textos, sagrados o no, que son contados, los demás proceden de la invención o de la leyenda. Sabemos que hubo muchos mártires, ya está. ¿Qué tiene de malo ponerle a uno de ellos un nombre cualquiera y hacerlo discípulo de Santiago y obispo de Lugo?

Tampoco existió Luke Skywalker y mire usted a dónde llegó. Yo soy muy fan de explotar estas cosas. Ya que el tal monje Hauberto escribió sobre Cápito, ¿qué más da si se lo inventó o si exageró una historia que le habían contado? No tenemos aquí al bueno de Hauberto para decirnos la verdad, y aunque lo tuviéramos tampoco sabríamos si nos engaña. Eso carece de toda importancia. Lo que importa es que, ya que Hauberto se tomó la molestia de narrarnos la historia de San Cápito, creamos en San Cápito. No nos cuesta nada.

Tenemos la ciudad en la que ejerció el obispado y el lugar donde lo torturaron. Con mucho menos que eso por ahí adelante montan rutas turísticas. Claro que ahora es tarde porque hemos olvidado a Cápito y si usted se dedica a montar la ruta de Cápito nadie irá porque nadie sabe quién fue. O quién no fue, que viene a ser la misma cosa. Malditos seamos, que hemos dejado a Cápito en el olvido. Hay en una de las fachadas de la Catedral de Lugo, en una de las torres, una hornacina que representa a nuestro santo con llamas a sus pies, vestido con atributos de obispo. En otros tiempos tuvo rezo litúrgico y fi gura en la sillería del coro de la catedral, todo ello hoy desaparecido.

Pues ni lo busque en el santoral porque no aparece, fíjese usted hasta qué punto su historia ha sido ignorada. Los defensores de Cápito hemos perdido el pulso. Hemos batallado por él durante siglos para acabar rindiéndonos. Hoy del apóstol de Santiago ya no nos queda casi nada. Honremos a San Cápito, haya existido o no, que eso es lo de menos.