Blog | El portalón

Sábado en el súper

Heráclito te recoloca la mirada y lees noticias viejas con otros ojos

En internet reaparecen noticias pasadas y entiendes a Heráclito. Ya no las lees con los mismos ojos. Me refiero a esa entrevista a Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo en Atapuerca, con el titular La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Claro que no, Juan Luis del 2019. De acuerdo en que hay que buscar la belleza y la poesía, Juan Luis. La cultura nos cura, quién dice que no, Juan Luis, si es que hay que asentir, por supuesto que sí. Pero qué me dices de este año pandémico, Juan Luis, qué me dices. Cómo nos ha dado la vuelta como a un calcetín. Si es que la vida, Juan Luis, es precisamente eso, trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. Yo voy todos los sábados, Juan Luis, y esto es lo que veo.

Veo a dos chavalitas ignorando toda precaución higiénica en la zona de droguería. Están los coloretes, polvos de sol (gran nombre), maquillajes y barras de labios cubiertas por un plástico preventivo. Me hacen mucha gracia esas medidas restrictivas tan tentadoras, que son tan fáciles de ignorar que acaban provocando. Si levantando una esquinita puedes hundir el índice en el colorete rosa, ¿cómo disuadir a esas dos treceañeras de hacerlo? ¿Es que no van los ríos a la mar? ¿Es que la lluvia no anega los campos y es que la primavera no trae nuevos brotes? ¿Es que ahora, Juan Luis , por una pandemia van las adolescentes a dejar de dirigirse hipnotizadas al colorete más irisado y color chicle de todos, de bajarse la mascarilla, de untarse las mejillas, de decirse la una a la otra lo bien que les queda (no es así), de pedir perdón cuando las bronquea el personal de la tienda, de marcharse riendo y dándose codazos?

DibujoVeo a un señor poniéndole la cabeza como un bombo a la pescadera. Que qué es esto, que qué es aquello, que qué es lo de más allá. Que cómo se limpia, que cómo se hace. Que no sabe qué llevar. Que todo le parece un poco caro. Que qué le aconseja. Ella le dice que pequeño, bajura, está fresco y bien de precio. Pero yo, Juan Luis, y todos los de la cola sabemos qué le aconseja de verdad. Lo sabemos porque conocemos el cansancio y las horas de pie y lo muchísimo que les gustan a los tenderos los clientes que conocen el género y que van a tiro fijo. Pasa que, como si esa pescadera no estuviera hecha de carne y sangre, sino de neón, dice con palabras "este de aquí sale muy bueno» pero con toda su disposición física y su mirada resignada lo que está diciendo es «le aconsejo que se vaya, que tengo mucha gente esperando; le aconsejo que se mire la wikipedia, le aconsejo que deje de preguntarme, se lo suplico, le aconsejo que se decida". Yo lo veo y lo vemos todos, Juan Luis, el sábado en el supermercado. Que también a quiénes se nos ocurre comprar pescado un sábado.

Veo a un niño sentado en esas sillitas que van encajadas en los carros y que ahora son casi ergonómicas, con arnés para que no se precipiten las criaturas hacia el pasillo de los vinos. Está encantado, genuina - mente satisfecho, mirando todo desde una altura que no alcanzará de forma natural en años. Su madre acerca el carro a la cinta y empieza a descargar una compra monumental, lo que le da tiempo a él a hacer un barrido por toda la tienda y percatarse de que lo que más le interesa está, albricias, justo a su lado: varios paquetes de chicles y pilas bien brillantes. Lo intenta con las pilas pero tiene todavía una de esas manos desconectadas de su intención y no hay manera. Reorienta el brazo y, ahora sí apresa un paquete de chicles, del que enseguida chupetea una esquina. Resulta un sabor decepcionante porque al segundo renuncia y, con una pericia asombrosa, lo desliza por la ranura entre la sillita y el carro. Cae sobre una bandeja de pechugas de pollo y, en ese mismo lugar, viaja a la cinta y al lector sin que nadie más que yo se dé cuenta. La mujer se extrañará en casa, al rescatarlo del fondo de una bolsa, pensando si eligió tal cosa. El niño sonríe sin saber qué duda ha plantado en su madre.

No es poesía, Juan Luis, hijo, pero qué quieres. 

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