QUIZÁS ANOCHE no elegí la mejor opción para coger el sueño. En mi peregrinar por los canales de documentales de Movistar me paré un rato en Viajar, parada y fonda habitual, lo que se supone un refugio seguro. Por lo que sea, porque el programador estaba en cuarentena o porque han hecho un Erte en la cadena, estaban emitiendo Increíble China.
El viajero y presentador estaba sentado en una suntuosa mesa en la que le servían de primero un enorme plato de langostas fritas. Para pasar una, bebía a morro de una botella de sake entre muescas indescriptibles. De segundo, le freían una rata; enterita, con sus colmillos y todo. Entre comentarios supuestamente ingeniosos sobre cloacas, le lanzaba dos bocados y concluía que era lo mejor que había probado esa noche, que sabía como pato un poco pasado.
Ni siquiera sé por qué le di tanto tiempo. Cambié a Crimen e Investigación, para ver un caso sobre un asesinato terrible en Oslo con ramificaciones en Buenos Aires. Mucho mejor, dónde va a parar, algo más relajante, más civilizado, menos amenazador. Un crimen normal y corriente, con su cráneo destrozado, de los que podemos cometer cualquiera sin necesidad de apretarnos una botella de sake a morro.
La cosa es que me quedé dormido sin saber quién fue el asesino y no sé si por la cena china o por el crimen escandinavo me levanté tarde e intranquilo, con el tiempo justo para desayunar con la familia y enterarme por el chat del periódico que unos minutos después tenía una rueda de prensa por videconferencia con la alcaldesa. Me dio tiempo a lavarme los dientes para quitarme el aliento a sake, pero de ducharme ni hablamos.
Es raro, la verdad. Lara Méndez estaba impecable, como habitualmente, acompañada por el siempre animoso Mauricio Repetto y por Álvaro Santos, que ayer tenía cara de haber cenado rata o de haber asesinado a alguien en Oslo. Es raro, iba diciendo, porque los periodistas estábamos allí en pantallitas y parecíamos personas hechas y derechas, con nuestras camisas y nuestras chaquetas, pero a lo mejor por debajo alguno podía estar en calzoncillos o en bragas, tan campante, preguntando a doña Lara, y a mí no se me iba esto de la cabeza.
Hoy ceno ligero y duermo sin tele.