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De repente un asesino en serie

En el nuevo libro de Bret Easton Ellis, White, el autor dedica un interesante capítulo a recordar el nacimiento de American Psycho (1991), convertida en un clásico de culto sobre terribles hombres ricos y blancos.En el nuevo libro de Bret Easton Ellis, White, el autor dedica un interesante capítulo a recordar el nacimiento de American Psycho (1991), convertida en un clásico de culto sobre terribles hombres ricos y blancos.

Bret Easton Ellis.TR
photo_camera Bret Easton Ellis.TR

ELLIS FUE EN muchos niveles, como él mismo confiesa, Patrick Bateman, el asesino en serie protagonista de la novela. "Al menos mientras estaban trabajando en ella", señala, cuando compartían "una relación ilusoria y distante con un mundo que nos horrorizó", y que los había creado a ambos.

Easton Ellis comenzó a tomar notas para la novela en diciembre de 1986, y el 1 de abril de 1987 se sentó por primera vez a escribirla, tras mudarse a Nueva York. En su idea original, American Pshyco era una novela realista, sin violencia ni pornografía, "protagonizada por un joven yuppie perdido y seducido por la codicia de una era". Pero una noche todo cambió, cuando el escritor salió a cenar con un grupo de jóvenes que trabajaban en Wall Street ganando mucho dinero para ser unos recién graduados en escuelas de negocios, y que no alcanzaban los 30 años. A Ellis le sorprendió su "deseo de mostrar su estilo de vida alocadamente materialista, desde los trajes Armani y restaurantes de precios desorbitados, hasta los alquileres de verano en los Hampton, y, especialmente, los caros cortes de pelo, regímenes de bronceado y rutinas de aseo. Sus aires de superioridad y jactancia "bordearon lo intimidatorio" durante aquella cena, y "de repente decidí, a propósito de nada en particular, que Patrick Bateman sería un asesino en serie".

Entretanto, el escritor disfrutaba la celebridad que le había dado con solo 23 años su primera novela, Menos que cero, publicada dos años antes. Veía su foto en periódicos y revistas, acudía a inauguraciones de exposiciones, restaurantes y clubes nocturnos con otros autores de repente también famosos, como Jay McInerney. Convivían dos ‘Brets’, el privado y el público. Se apoderó de él una sensación de alienación ante la que fingió que todo era agradable. En sus días normales intentaba escribir su novela por la mañana y la tarde, antes de reunirse con amigos para ir cenar y acudir a algún club. Dependiendo de cuánto trabajo tenía al día siguiente, tal vez involucraba un poco de cocaína en su diversión, aunque "por supuesto nunca fue ‘un poco de cocaína’". Unos días se convertían en otros sin necesidad de dormir. Tenían la resistencia juvenil necesaria, por lo que nunca les pareció un gran problema llegar a trabajar sin pasar por la cama. "En lugar de agotador, parecía romántico", confiesa en White.

La novela se convirtió en su única fuente de claridad durante ese período. Escribió todo el manuscrito en un piso en el que solo había un colchón tirado en el suelo, un equipo estéreo carísimo y un escritorio improvisado, siempre vacío, decorado para que no lo distrajese. Lejos de la novela su vida "era una neblina". Hoy Ellis no podría afirmar con certeza si aquellos días estuvo en un concierto de U2 en Meadowlands, en el estreno de Dirty dancing, saliendo con Griffin Dunne, o en el rodaje de Wall Street, de Oliver Stone, fumándose cigarros con Charlie Sheen entre unas tomas y otras.

Poco a poco se adaptó a Manhattan. Quizá pasó que su vida se calmó y cayó a un ritmo más relajado después de aquel 1987 disparatado. O tal vez simplemente el Klonopin que le había recetado un psiquiatra aburrido le resultó de verdadera ayuda.

"Posiblemente, habitar a Bateman me había aclarado las cosas", y al fin fue capaz de ver la verdad de unos tiempos, a finales de los 80, que se resumían en que la sociedad vivía obsesionada con la superficie de las cosas, a la vez que ignoraba a propósito todo lo que insinuase la oscuridad que acechaba debajo. Easton Ellis acabó American Psycho en diciembre de 1989. Se publicó en 1991 después de que el editor inicial renunciase a ella. Una vez leída, "mucha gente dio por sentado que mi carrera como escritor había terminado", escribe en White, casi treinta años después.

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