Opinión

Rebajas

Si algo me gusta a mí, pero de verdad, son las rebajas. A ser posible, los restos de las rebajas: lo que queda cuando ya se lo han llevado todo. Tengo la teoría de que ahí es donde se esconden las verdaderas gangas que han permanecido ocultas durante casi un mes y medio. Es ver el cartel 'Última semana. Descuentos especiales' y allá que voy como una posesa. No siempre tengo éxito, ojo. A estas alturas de agosto, la mayor parte de las tiendas han sido arrasadas por los compradores más rápidos. Pero de vez en cuando suena la flauta y me hago con ese vestido al 70% o ese pantalón carísimo que se vuelve asequible. Lo malo de las rebajas es que a algunos comercios les da por aprovechar el despiste y sacar las maulas: esos trapos del año catapún que están olvidados en un almacén y que se destinan a los incautos. Recuerdo que una vez vi a una viejecita mirando con arrobo un vestido de una marca muy cara. Tenía un descuento brutal porque, aunque nadie avisaba de ello, tenía cinco temporadas, y lo sé porque en su momento yo había pensado en comprármelo. Aquella mujer llamó a la vendedora y le dijo que quería aquel vestido para su nieta, que era "muy modernita". Me pregunto qué cara iba a poner la nieta modernita cuando viese salir del envoltorio aquel vestido de una marca carísima pero claramente pasado de moda. Me pregunto si no asistí a un conato de fraude. Si es legítimo sacar del baúl de los recuerdos un vestido de hace un porrón de años y colocarlo en una percha como si tuviese tres meses. Si aquella pobre señora, anciana y ajena a los vaivenes de las tendencias, que se fiaba del prestigio de una firma, no estaba siendo víctima de algo parecido a un timo. Y recuerdo que deseé profundamente que la nieta de aquella mujer fuese capaz de disimular su desencanto al ver aquel vestido viejo y abrazar a su abuela, que estaba invirtiendo cincuenta euros de la pensión en lo que confundía con una joya y era en realidad un trapo con cinco temporadas encima. 

Comentarios