Comentaba por aquí la semana pasada lo bien que me sienta ver programas en la televisión que enseñan el mundo desde el aire. Llegué a la conclusión de que es porque desde tan lejos, con tanta naturaleza en pantalla, con tanta belleza, te olvidas de que te están enseñando un planeta enfermo. Un amigo leyó el artículo y subió la apuesta hasta más allá de la estratosfera. Lo que contaba en mi columna le recordó a lo que se conoce como ‘efecto perspectiva’, un cambio en la forma de pensar que experimentan algunos astronautas cuando ven la Tierra desde el espacio. Desde allá arriba no hay rayas en los mapas; solo se ve un frágil conjunto de vida al que defender y en el que no tienen sentido los conflictos. No imagino un momento mejor para entender a esos paseantes del espacio que este por el que atravesamos, con el planeta atacado por un virus que no entiende de fronteras, etnias ni clases... y al mismo tiempo no recuerdo un periodo con tanto odio, miedo, división y conflicto. Algo está fallando. No digo de coger las guitarras y salir a cantar ‘Imagine’ por los bosques, que ya no tenemos edad para hacernos los hippies, pero no estaría de más hacer un esfuerzo para mirar un poco más allá del ombligo.
