¿Quién lleva la iniciativa?

Si en una pareja siempre es el mismo el que propone tener sexo, pueden surgir el miedo al rechazo o la monotonía

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A TODOS nos gusta sentirnos deseados y conquistados a la hora de tener sexo con nuestra pareja. Se supone que durante el primer año de la relación, tanto damas como caballeros, muestran el mismo deseo el uno por el otro, pero luego todo cambia. La testosterona es la hormona que influye en el deseo sexual masculino y, si esta funciona bien, las ganas de follar seguirán intactas, posiblemente hacia la misma persona. En cambio, para las mujeres el escenario es otro: el deseo sexual disminuye a largo plazo si la libido no recibe los impulsos necesarios (si no se siente querida o entendida). Aunque esto no es siempre igual en todas las parejas, lo cierto es que quien suele dar el primer paso para tener sexo es más libidinoso y su adrenalina se dispara más al perseguir al otro.

La mujer encaja peor el rechazo, por eso no suele dar el primer paso, y el sentimiento de culpa se mete de tal manera dentro de ella que acaba pensando, si el otro no quiere mambo, cosas como: "¿Qué haré mal?", "estaré gorda", "no le gusto"... y un sinfín de complejos más que terminan saliendo a la luz, cuando en realidad el varón solo está preocupado por otra cosa o agotado físicamente.

La clave está en saber enviar las señales adecuadas para que tu pareja entienda cuando quieres fiesta y no te rechace y termines "mojando las ganas en el café", como cantaba Mecano.

El sexo debe ser placentero. Muy normal, salvaje o planificado, pero sin resentimientos

NI POCO NI MUCHO SEMARÍA MATAXO. Cada persona tiene sus ritmos y sus apetencias, pero cuando una de las partes demanda más sexo que la otra, ¡hay un problema! Si no haces el amor lo suficiente, generas un resentimiento y una falta de entusiasmo que afecta a todos los aspectos de la relación y la convivencia. Si haces como si no pasara nada, eso podrá llevarte a la infidelidad o a la ruptura. Hay que tratar de entender tanto al que no quiere sexo como al que lo necesita más, con amor y diálogo en ambas direcciones. Además, las relaciones se han idealizado tanto que a veces se espera de la pareja que sea la madre que no tuviste, el mejor amante del mundo, tu confidente y que te entienda como tu mejor amigo y, si eso no se cumple, uno se frustra y quiere romper.

Reflexiona si la pareja que tienes te beneficia en un porcentaje alto de tus necesidades y si los valores de vida son los mismos. El sexo no tiene por qué ser solo espontáneo —puede ser planificado o pautado— para ser bueno, ni como el que se muestra en las pelis porno o en 50 sombras de Grey.

Las relaciones donde el sexo es lo primero o lo que mejor funciona, se acaban rompiendo

ANOREXIA SEXUAL. Es cuando se evita la cama y las muestras de afecto y cariño. Este es el problema sexual más intenso que puede sufrir una pareja y también el más difícil de solucionar. Si uno de los dos siente esa pereza sexual, en la que no existen más problemas que las pocas ganas de ponerse al lío, pero no ha dejado de querer a la otra persona ni de desearla, es cuando se debe averiguar la causa para alcancar una vida afectiva y sexual más satisfactorias.

Tener un mal día en el trabajo o dolor de cabeza pueden arruinar pasar un buen momento cuando llega la noche, pero ¿por qué tiene que ser el sexo siempre en la cama? Podéis jugar a que no os conocéis de nada y quedar en un bar u otro lugar, divertiros y hacer cosas que potencien el ingenio, que exciten. Buscad rincones o sitios donde hacer un aquí te pillo aquí te mato. Hablar de fantasías con escenas llenas de encuentros diferentes para que el deseo rompa la monotonía. No hay nada más sexy que uno empodere su deseo y proponga cosas nuevas en el sexo.

Enviar whatsapp y fotos sexys y palabras hot planificando encuentros futuros también fomentan el deseo. Sincérate con tu pareja y explícale si quieres más sexo o pídele ayuda si no tienes deseo, ¡miraos a los ojos y sinceraos!

Entre adultos, tener poco sexo no es bueno, pero mucho tampoco salva la relación ni da la felicidad

ENFRENTARSE AL RECHAZO. El que se siente rechazado sufre un gran impacto: el rechazo activa las mismas áreas del cerebro que el dolor físico, provocando enfado. Ahí dejas de sentir que perteneces a la otra persona, desconfías de sus sentimientos y piensas que no te quiere. El que inicia los besos, arrumacos y caricias quiere compartir sensaciones y sentimientos que solo se tienen cuando hacéis el amor y también quiere disfrutar de la intimidad y del afecto que se genera. Pero si al otro le da pereza todo eso, priva a su pareja de cubrir esa necesidad, y si esto se convierte en una tónica general será terrible para la relación. Y recuerda: no todo tiene que acabar en coito, se puede disfrutar de muchas sensaciones placenteras sin penetración.

¿No te ha pasado alguna vez que te has puesto a hacerlo sin ganas, pero luego te tocan donde te pone y te entusiasmas? Pues piensa en esa sensación y en la persona que tienes a tu lado, en el placer que os proporcionáis y en la comunión que nace de ese encuentro. Trata de intercambiar los papeles de activo-pasivo de vez en cuando y de sorprender a tu pareja.

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