Queridos Reyes...

NO PIENSE el lector que he sucumbido a la tentación sensiblera que nos asalta de manera especial por Navidad, pero la magia de los Reyes de Oriente, que tanto ilusiona a los niños y embelesa a los mayores en la noche de hoy, tiene que dejar un hueco en nuestras cabezas y corazones para el recuerdo de la legión millonaria de esos otros niños a los que les arrebataron el primero de sus derechos, el ‘derecho a ser niños’.

Ese es el caso de los pequeños obligados a trabajar a tan temprana edad, los que están sometidos a otras formas increíbles de explotación o los que viven en escenarios de conflicto larvado, de guerra declarada o de terrorismo infame. Ahí están las niñas secuestradas por los yihadistas de Boko Haram en Nigeria. O los 132 niños y adolescentes masacrados en su escuela de Pakistán en un crimen horrendo que revela lo peor de la raza humana y deja escenas desgarradoras, como la de esa madre transida de dolor ante el cuerpo asesinado de su hijo.

Y aquí, a nuestro lado, también hay niños tristes y pobres que viven prematuramente los problemas de sus familias, atrapadas por la crisis y el paro, y no piden regalos a sus padres porque saben que no pueden comprárselos. Aunque escriben cartas desgarradoras a los Reyes, como la de aquel pequeño que les dice que le gustaría que le trajeran juguetes, pero lo que en realidad necesita es «un trabajo para mis padres que están en paro. Mi padre trabaja cuando le sale alguna cosa y el dinero no llega para comer y hay noches que nos vamos a dormir con hambre y mis padres se ponen muy tristes».

Como este niño hay tres millones en España -Galicia tiene su parte alícuota- y la mitad de ellos viven en hogares que sufren pobreza severa, según un informe de Unicef. Lo saben bien los profesores que tienen en las aulas a niños que van al colegio sin desayuno porque en casa no hay comida, o llegan mal aseados porque su hogar padece pobreza energética... Es la ‘asignatura de la crisis’ que muchos niños, víctimas de la pobreza y de la exclusión, no pueden superar. Esta es la cruda realidad que debería merecer más atención de los mayores que tantas veces nos entretenemos debatiendo cosas menores.

Una nota a pie de página: si los jóvenes de la generación mejor preparada tienen que emigrar o viven en la precariedad y en la siguiente generación hay tres millones de niños que pasan hambre, saquen ustedes la conclusión sobre cuál será el futuro del país.

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