¿Qué le debemos a Roma?

VUELVEN LOS SETENTA y no porque haya un cambio de tendencia sobre la estética del vello corporal, sino por un inusitado interés del ciudadano por la política que, al igual que ocurrió durante la Transición, le lleva a participar en asambleas y movilizaciones para debatir y protestar contra decisiones gubernamentales adoptadas en los últimos años y de las que ni PP ni PSOE quieren responsabilizarse.

El asamblearismo que tan genialmente parodiaron los Monty Phyton en ‘La Vida de Brian’ está de moda y aunque es todo un reto para quienes acuden a las reuniones sin orden del día competir en las intervenciones con los expertos en el camelo, resulta gratificante ver que pese a la disparidad de edades de los asistentes, existe el mismo interés entre jóvenes y mayores por impulsar cambios en un sistema anquilosado y sin recursos para situaciones de colapso como la actual. Claro que un debate excesivo sin concretar objetivos puede acabar por convertir en anécdota el resurgir asambleario y provocar en sus actores las mismas contradicciones que les surgían a los miembros del Frente Popular de Judea cuando se preguntaban qué le debían a Roma.

Pero el caso es que Lugo no está siendo ajeno a las plataformas, círculos y mareas ciudadanas que están surgiendo por todo el país y que amenazan a esos partidos que también presumen de tomar decisiones en asambleas, aunque sus acuerdos y votaciones suelen estar teledirigidas para evitarles sorpresas a sus directivas.

Con unas elecciones municipales a ocho meses vista, la incógnita ahora reside en saber si esas iniciativas ciudadanas serán capaces de conformar un proyecto conjunto para presentar una alternativa de gobierno en los ayuntamientos. Por ello el BNG, un frente político surgido en aquella convulsa Transición gracias a la fusión de fuerzas nacionalistas y de izquierdas, fue el primer partido gallego en darse cuenta de que esas mareas podrían minar sus intereses electorales y, tras sondear esas asambleas ciudadanas y comprobar su por ahora estructura anárquica, decidió desmarcarse e iniciar una campaña de reuniones abiertas para tratar de captar a esa ciudadanía que quiere implicarse en el cambio político.

El problema es que cuando una organización acostumbrada a escucharse solo a sí misma, como ocurre con todos los grandes partidos, abre sus puertas a los no militantes, corre el riesgo de que la calle le reproche errores pasados o le advierta de que el abismo está a solo un par de malos pasos más.

La asamblea abierta organizada el jueves por los nacionalistas bien podría haber sido como la celebrada en los tiempos en los que se constituyó el Bloque, con intervenciones apelando a la unidad de acción de la izquierda y otras defendiendo el ideario nacionalista como santo y seña. Sin embargo, la realidad hoy en día dentro del BNG es otra, ya que las discrepancias de antaño están superadas tras la salida de los que las generaban y las decisiones asamblearias, erróneas o acertadas, son casi unánimes.

En cambio, la dificultad para cerrar un programa ideológico y de acción es el gran problema que se están encontrando las plataformas ciudadanas que buscan crear alternativas de gobierno. De hecho, ayer se canceló una reunión promovida por Veciños por Lugo para debatir la creación de una marea ciudadana similar a la impulsada en otras ciudades gallegas, una idea que también promueve el movimiento Somos Maioría, que tras redactar un documento genérico que firmaría cualquier votante, quiere crear un frente capaz de ser llave en las decisiones que se tomen en el Concello. De momento solo ha logrado sumar a Compromiso por Galicia, mientras el resto de fuerzas emergentes sigue a la espera.

Es el caso de Esquerda Unida y Anova, que probablemente vuelvan a concurrir con la coalición Age a la cita municipal habida cuenta de los réditos electorales que les ha reportado. Superada la fase asamblearia, Age tiene una dirección política clara, que le reporta coherencia a la hora de defender argumentos, aunque le falla su contacto con la ciudadanía al margen del tirón mediático del eterno profesor Beiras.

La otra gran incógnita en ese puzzle de formaciones asamblearias es Podemos, que esperará a ver qué dicen sus gurús en Madrid para decidir si se presenta con sus siglas en ciudades como Lugo, si apoya a alguna candidatura ciudadana sin arriesgar la marca o si aguarda a las elecciones generales para asentar una estructura y un ideario que, por mucho que se quiera solapar, es la base para la pervivencia de un partido que pretenda ser alternativa.

(Publicado en la edición impresa el 27 de septiembre de 2014)

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