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Puñetera ley de vida

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Veo con pena la cantidad de negocios que han cerrado, cierran y cerrarán en Lugo. Con pena porque muchos de ellos forman parte de un paisaje de la ciudad que para mí era eterno. Con pena porque sé que al doblar tal esquina me espera el escaparate de siempre y, al pasar a su altura, lo miro de reojo y me entra una sensación parecida a cuando estoy en casa. Pero un día descubro que me han robado una pieza del puzzle. ¿Me habré perdido? No. Entonces... ¿dónde está el cristal en el que me llevo reflejando desde niño? Me dirán que es ley de vida y eso mismo es lo que me preocupa. ¿Saben la foto de antaño que publica este diario? Antes era de visión obligatoria, ahora ya no, creo que por miedo a salir en ella. Recuerdo extrañarme por ver en ella cafeterías en lugares de gimnasios o garajes donde yo solo concebía un pub. Ahora no me hace falta abrir el periódico. Me basta con pasear por la ciudad para darme cuenta de que el paisaje ya no es el mío. Este pertenece a ojos menos cansados, a cerebros casi a estrenar que ni se dan cuenta de los escaparates que tienen alrededor. No queda otra que aceptarlo. Otros ya lo hicieron y otros lo harán. A todos nos llega el tiempo de maldecir la puñetera ley de vida.

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