Opinión

Poner puertas al campo

EL CONFLICTO DEL taxi tradicional frente a otros servicios de alquiler como los VTC —vehículos de turismo con conductor—, ahora mismo en Barcelona como antes en Madrid, puede verse como doble muestra de la resistencia frente a los cambios que trae un nuevo tiempo, una era postindustrial, con las nuevas tecnologías y la economía globalizada. Están, por un lado, los numerosos sectores afectados por esta transformación y sus profundos impactos. Alcanza a numerosas actividades como el taxi o el periodismo.

La resistencia al cambio se puede disfrazar bajo el paraguas de derechos. Continúa como inmovilismo de un sistema que se quiere intocable. Sirve el argumento de los derechos como escudo para oponerse a la necesaria adaptación o transformación ante una nueva realidad.

Otra vía es recurrir a situar la resistencia como confrontación político-idelógica: necesita un enemigo exterior que penetra como caballo de Troya bajo los cambios que implica la nueva economía para destruir los intereses locales o nacionales existentes. Esta trampa reaccionaria es útil tanto para la resistencia al cambio en comercio tradicional como en los medios de comunicación, para no focalizarlo en el taxi aunque esté de actualidad y sea un ejemplo paradigmático. Lo sorprendente es la posición de los políticos, absolutamente uniforme con independencia del color ideológico: el apoyo, la comprensión o la tolerancia frente a quienes pretenden poner puertas al campo.

No hay ni iniciativa para anticiparse o sumarse a la nueva economía, a la nueva sociedad, ni hay conciencia y valentía para enviar el discurso necesario y el apoyo, no en la resistencia, sino en el camino para la transformación y la adaptación, a los sectores afectados por la nueva realidad y que quedan obsoletos. La Carrilana de la Casa de la Troya no puede contraponerse al Ave.

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