Podemos, pero ¿cómo?

SI ALGÚN ANALISTA político hubiese pronosticado durante las espontáneas movilizaciones callejeras que surgieron a raíz de los recortes sociales provocados por la crisis que aquel totum revolutum de indignados ciudadanos se acabaría transformando en una opción política capaz de convertirse tres años después en el partido con mayor intención de voto, a estas alturas podría pedir derechos de autor a todos esos tertulianos que aseguran haber intuido el éxito de Podemos.

La encuesta salida esta semana de una cocina del CIS que ya aspira a las tres estrellas Michelin supuso la confirmación de que la apuesta de Pablo Iglesias y quienes creyeron en su proyecto está calando en esa mayoritaria población que no le debe favores a los partidos tradicionales y que, aunque confiesa no tener ni idea de su programa político, está convencido de que peor que los que están ahora no lo van a hacer.

Pero en la misma proporción que suben en las encuestas las opciones de Podemos también crecen las dudas sobre los resultados prácticos de la apuesta por una formación en pañales que precisa ganar músculo antes de pasar del escenario de la crítica al de la gestión. Porque si bien el conglomerado político, financiero, empresarial y mediático que los de Iglesias califican como «la casta» lleva meses moviendo ficha para tratar de contener el tsunami de Podemos, el resto de actores que conforman la llamada opinión pública, tanto en la charla del bar, las redes sociales, las columnas de periódico o las tertulias, comienzan a demandar algo más que frases o impactos televisivos para dar una alternativa a la sensación de podredumbre que está dando el actual sistema político.

Por eso el primer reto de los dirigentes de Podemos será elaborar un programa de gobierno creíble, aunque en principio renuncie a algunos de los postulados que defendieron con vehemencia en televisión, porque el principal aval que tienen es que llegan a la política limpios de polvo y paja, frente a la nómina de delincuentes que atesoran los grandes partidos. Además, también deberán definir su posición ante las reivindicaciones secesionistas de Cataluña, a las que no tardará en sumarse el País Vasco, que sigue los toros desde la barrera a la espera de la evolución de los acontecimientos.

Y si el programa es importante no lo es menos la capacidad de crear una estructura vertebrada a nivel estatal que, aunque se rija por el modelo asambleario, debe tener capacidad para podar de raíz aquellos círculos o miembros que puedan desvirtuar la idea. Quizá por eso la decisión más inteligente de los líderes de Podemos haya sido la renuncia a presentarse a las elecciones municipales, donde la premura en la búsqueda de candidatos por todo el país podría convertir algunas listas en un coladero de oportunistas, arribistas y corruptos.

La germinación de los llamados círculos locales debe ser por tanto una tarea paciente y, aun así, no exenta de tensiones, pero que servirá para asentar mejor un proyecto que a día de hoy no se sabe hasta dónde puede llegar, pero que está claro que ya ha servido para dar un vuelco al escenario político español.

Y un ejemplo de que los movimientos locales de Podemos están todavía en fase lactante es la polémica expulsión del hasta ahora portavoz con los medios de comunicación en Lugo, Carlos Castro, a quien una noticia de la agencia Efe lo llegó a vincular con el partido de extrema derecha que fundó Blas Piñar. Castro, que culpa de estas informaciones a la dirección del círculo de Podemos Lugo que lo relevó, incluso presentó ayer una denuncia en comisaría por «difamación e injurias», al tiempo que explica que seguirá vinculado a este proyecto político, porque le gusta su funcionamiento y su finalidad.

Por su parte, los portavoces de Podemos Lugo, que aseguran no ser esa fuente de la agencia Efe que vinculó a Carlos Castro con Fuerza Nueva, organizaron ayer un acto informativo en el que se volvió a demostrar la capacidad de esta formación para aglutinar a personas de todas las edades y estratos sociales que demandan un cambio político. Además, durante la semana, las mesas informativas instaladas en la ciudad también concitaron mucho interés entre los ciudadanos, sobre todo porque con la que está cayendo no es muy común ver a un partido político repartiendo propaganda en la calle, seguramente porque no hay militantes ni dirigentes dispuestos a dar la cara por sus correligionarios corruptos.

Y mientras los de Podemos se piensan como preparar el asalto a La Moncloa, al resto de fuerzas se les acaba el tiempo para hacer su propia purga interna, un proceso que cuanto más dilaten más porcentaje de votos les puede hacer perder. A nivel autonómico, la presidenta socialista de Andalucía, Susana Díaz, ya advirtió de que no permitirá que haya escaños ocupados por imputados, aunque parece que esta doctrina no afectará a los alcaldes y concejales. En Lugo, el PSOE ya le ha dado el visto bueno a José López Orozco y en Ourense puede que también haya otro alcaldable imputado, si Pachi Vázquez gana las primarias. Ahora solo queda saber si la ciudadanía también opina así, aunque al menos los candidatos a las municipales se presentarán sin la presión de sentir el aliento de Podemos en la nuca.

Quedan varios meses en los que la convulsión política difícilmente se aplacará, sobre todo porque algunos ya han empezado a tirar de la manta incluso dentro de su partido, y si no que se lo pregunten al apasionado presidente de Extremadura. Y la crispación probablemente jugará en favor de Podemos, como ya ocurrió con opciones emergentes surgidas en momentos críticos, como la Forza Italia de Berlusconi, aunque, a primera vista, cualquier parecido entre Il Cavalieri y Pablo Iglesias es pura coincidencia.

(Publicado en la edición impresa el 8 de noviembre de 2014)

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