Pescanova saldrá a flote

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TAN torcidas parecen estar las cosas en Pescanova que solo falta que Uri Geller, aquel mítico ilusionista «doblacucharas» que alegró tantas noches de televisión, acabe por entrar en escena para rematarla. Y es que a la vista de los mensajes cruzados de unos y otros, las cargas de profundidad y la escalada en la intensidad de las amenazas, nada bueno parece atisbarse en el horizonte inmediado para la compañía, que sigue siendo la segunda empresa gallega por dimensión, ingresos y plantilla. A pesar de que se ha puesto de perfil en demasiadas ocasiones durante esta crisis, si en algo ha acertado la Xunta estos días es en asegurar, por boca del conselleiro de Economía, Francisco Conde, que no está en la agenda la liquidación de la multinacional gallega.

Aunque no es precisamente por haberse volcado en el rescate del grupo pesquero, una eventual actuación que a la vez muchas voces pondrían en entredicho dadas las circunstancias, lo cierto es que la última opción que se baraja actualmente es la de liquidar la compañía, vender los activos para pagar las deudas y a otra cosa.Sin embargo, en este juego de rejonazos de barroca estrategia, son demasiados ya los actores que barruntan la liquidación, más como arma negociadora que como objetivo real.

Las intenciones, ya se sabe, son indemostrables. Y en ese juego de intenciones entramos. Las dos opciones que están sobre la mesa para salvar la compañía plantean quitas, no ya inasumibles para la banca, que así lo ha manifestado por activa y pasiva, sino que implican llevarse la compañía prácticamente limpia de polvo y paja. En el caso de Damm, desde septiembre el primer accionista del grupo y que controla el consejo de administración, llega al 92%. Esa quita supone directamente suprimir un cero a los 4.200 millones de endeudamiento bancario del grupo, y condonar hasta 3.780 millones. Frente a esta solución, que es poco menos que un gratis total, la avalada por parte de la banca internacional, con Deutsche Bank al frente, con rebajas del 80%. Más de lo mismo. ¿Es normal este tipo de propuestas?

Si nos vamos a crisis recientes, y casi sin salir de Galicia, nos encontramos con que el mayor concurso de acreedores de la historia de España, el de Martinsa-Fadesa, con una deuda superior a los 7.000 millones, se saldó sin quitas por parte de la banca. Ni un euro. Un plan de pagos dilatadísimo en el tiempo, diez años, sirvió a Fernando Martín para salir del atolladero. A cambio, se comprometía a un canje de acciones con los acreedores bancarios si la inmobiliaria no asumía el plan de pagos y las desinversiones pactadas. Poco menos que papel mojado es ya todo aquello, con la inmobiliaria dando tumbos en plena crisis. Y la comparación, además, puede resultar grosera por las muchas diferencias que hay de empresa, sector y cincunstancias, pero no deja de ser ilustrativa. Hay soluciones más allá de las que plantea Demetrio Carceller, un catalán que anda justo de escrúpulos y que no para de demostrarlo. Ahora, para no faltar a su estilo, es su grupo quien amenaza con liquidar Pescanova si la banca no se aviene a aceptar sus planteamientos.

Cuando hablamos de Carceller lo hacemos tambien de Juan Manuel Urgoiti, un financiero que poco o nada hace en la presidencia de la compañía más que trabajar para su mentor, faltaría. Con el paso de las semanas, los nervios afloran, y ese ímpetu mostrado hasta ahora languidece, por ejemplo, a la hora de explicar bajas en el consejo de administración de Pescanova, como la de Luis Sánchez-Merlo, un supuesto independiente nombrado por Damm que solo llevaba cuatro meses en el puesto.

Y para rizarlo todo un poco más, del otro lado, el de la banca acreedora, nos encontramos con una división meridiana, con pusilánimes planteamientos por parte de los grupos internacionales, nada nuevo, pero también fallas en la unidad de los acreedores españoles. Son los mismos que pusieron todas las pegas para conceder aquel crédito urgente de 56 millones de euros firmado en plena crisis y del que todavía tira para el día a día Pescanova. Los grandes, los BBVA y los Santander están en esa línea, la de no seguir. La de liquidar.

Enfrente, parte del núcleo duro, el G-7 (NCG, Popular-Pastor, Sabadell, Caixabank, Bankia, y quién sabe si Santander y BBVA) están ya por la «solución Metrovacesa»: capitalizar deuda, quedarse con la compañía pesquera, al igual que hicieron con la inmobiliaria, y buscar un socio industrial que se haga cargo del día a día de la gestión. Pescanova podría volver así a flote, quién sabe en qué manos, pero desterrando definitivamente el fantasma de una liquidación que parece lejana. Al tiempo.

Todo lo que esconde la necesidad bancaria

TENEMOS en este cielo algo despejado de la recuperación unos indicadores macro, muy pocos, que insuflan ánimos, como son los dos trimestres de crecimiento leve del PIB que llevamos, o incluso la estabilidad de la prima de riesgo, clave para que el Estado pueda financiarse. Pero también tenemos otros que nos devuelven a la realidad, y que explican cosas. Uno de ellos es el dato de morosidad bancaria, que marca un nuevo récord situándose por encima del 13%. Para hacernos una idea, la tasa de créditos impagados que acumulaban los bancos y cajas en 2008 era del 1,6%, que parece irrisoria, pero ya entonces se había duplicado sobre el año anterior y era la más alta desde 1999.

El de la morosidad es un dato que puede engañar. A esa tasa del 13% marcada ahora habría que sumar la lo de los créditos fallidos que, en plena crisis, se traspasaron al denominado “banco malo”. De no haberse hecho ese trasvase, saliendo de los balances del sistema (solo en la actividad promotora, la delicada, fueron más de 90.000 créditos), habría que incrementar en tres puntos la tasa media de morosidad. Nos iríamos ya al 16%. Pero para calibrar la enjundia de todo esto no hay que olvidar las refinanciaciones, una de las asignaturas pendientes de la banca española. A pesar de que el propio Banco de España ha aplicado correctivos en este asunto, el de las refinanciaciones es un recurso que ha permitido aliviar las cuentas de la banca, evitando tener que afrontar más provisiones, y aplazando mora latente. La patada hacia delante o el retrasar y rezar, como dicen los anglosajones, va a darnos más de un disgusto en forma de quiebras. De empresas y de bancos. 

JOSÉ GARCÍA COSTAS ♦ Mejor hechos que palabras en los contratos de Pemex

PUES sí que son distintos los tiempos en Pemex. Y las formas. Si a principios de semana se daba por hecho que Barreras, astillero de su propiedad, se encargaría de la construcción de una docena de las 22 unidades de su flota menor, para aplauso generalizado de la bancada patria, bastaron veinticuatro horas para que llegasen los matices desde el otro lado del Atlántico. La decisión de contratar esos barcos no está cerrada, según la petrolera, y se solapará en el tiempo con otro asunto pendiente de mayor enjundia, la adjudicación del flotel que se resolverá a finales de mes. Mareante semeja el ir y venir de anuncios, cuando lo cierto, y lo sabe muy bien el presidente de Barreras, son los hechos, las adjudicaciones y contratos resueltos. Como el que sí suscribió estos días José García Costas con los ejecutivos de Pemex para proceder a la transferencia de tecnología desde Vigo a México. Paciencia, en el mejor de los casos.

ADOLFO DOMÍNGUEZ ♦ La arruga más famosa se reinventa a golpe de jirones

SI a la crisis de consumo que azota a este país se suma un modelo empresarial con vías de agua, no del todo redefinido tras años de éxito y crecimiento, nos encontramos con la tormenta perfecta. En ese trance se encuentra Adolfo Domínguez, con una severa dieta de adelgazamiento que pasa por cerrar todo establecimiento de su red que no presente un beneficio de explotación positivo. Y así lleva varios años. Los resultados comienzan a verse: cierre de otros 21 establecimientos, hasta las 678 tiendas, y sus números rojos se recortaron en su ejercicio fiscal de 2012 (marzo a noviembre) en un 8,6%, hasta los 9,5 millones. La compañía entró en pérdidas a mediados de 2009.El descenso de las ventas es constante en esta travesía, hasta marcar un descenso del 14% en 2013. Adolfo Domínguez se ha topado con la crisis, sí, pero también con un modelo que pide reinventarse.

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