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Perplejidades modernas

HAY DOS fenómenos aparentemente contradictorios, valoradísimos en la vida actual, que la sociedad se empeña en que practiquemos y que nos creamos. Son dos corrientes culturales bastante delirantes y que se retroalimentan, que nos vuelven locos a todos y que nos dejan boqueando como peces fuera del agua por la dureza de cumplir con ellas.

La primera es la cultura del sin esfuerzo. Uno de los campos donde es más evidente es el de la estética, pero no el único. Resulta importantísimo que todos lo pasos que se dan para cumplir con el canon no se revelen trabajosos, que no se sepa que para tener ese tipín que tienes te machacas vilmente, sigues una dieta draconiana, pasas más tiempo masajeándote las carnes que Cleopatra. El maquillaje puede ser mucho pero sutil, imperceptible al ojo no entrenado. Hay que peinarse despeinadamente, meditar lo que te pones pero apuntalando la ilusión de que fue lo primero que encontraste. Cualquier esfuerzo ha de ser invisible.

Cómo puede cuajar la milonga simultánea de la cultura del 'sin esfuerzo' y la de la meritocracia

Las mismas reglas sirven para el trabajo, para la creación, para el estudio y el aprendizaje, para las relaciones. Lo ideal es ser una persona rápida, tan despierta y espabilada que pillas las cosas a la primera, las haces bien sin pararte mucho, destilas talento y, a poco que te pongas, cumples con tus propósitos. Lo que funciona es que hayas sido capaz de entender una teoría compleja de un vistazo, apenas haber estudiado para ese examen probando lo despiertísima que eres, escribir un ensayo en tromba, no después de pasarte dos años rumiando una idea y otros dos llevándola al papel y dos mas corrigiéndolo. La cuestión es que de ninguna manera se te vean los andamios, los preparativos, las labores. Lo tuyo es llegar y hacer, que las cosas te salgan fácil. Te relacionas de forma abierta y despreocupada, no exigente, alegre, espumosa. No das la paliza con demandas, te adaptas, quién no querría estar contigo.

Simultáneamente, es abrumadora la fuerza del discurso de la meritocracia, de que si quieres puedes, de que si lo das todo, si te empeñas en algo y te dedicas con entrega lo conseguirás. Es absurdo pensar así y creo que también totalmente contraintuitivo. Me parece que vamos en sentido opuesto a nuestros pálpitos cuando nos tragamos esa milonga. Muy en el fondo (y sería más en la superficie si no hubiera una corriente tan clara de pensamiento arrasando con nuestras íntimas certezas) sabemos que no es verdad. No es que no podamos ser atletas olímpicos, es que hay muchos otros anhelos sencillos, más básicos y cercanos, que tampoco podremos conseguir. El tiempo no pone siempre a cada uno en su sitio. Pone a algunos, con suerte a unos cuantos. Y ya.

Maruxa

Hay ahora un leve movimiento, todavía insuficiente, en favor de desvelar los privilegios de aquellos que han conseguido cosas que muchos otros desean partiendo de posiciones de salida mil veces más adelantadas. Desde luego no basta. Este es un ejercicio colectivo, pero también individual, íntimo, de autorreconocimiento y todavía tiene que extenderse mucho para que el mito de la meritocracia caiga estrepitosamente, que es lo que se merece.

Lo que creo que verdaderamente nos vuelve tarumbas a todos es, ni uno ni otro, sino esos dos conceptos trabajando juntos y dándose alas. O sea, no es solo que X, persona triunfadora a los ojos de todos haya conseguido lo que sea exclusivamente gracias a sus méritos, es que además no le ha supuesto demasiado esfuerzo porque derrocha talento. No ha recibido favores, no ha tenido ventajas, no posee respaldos de los que no tienes ni idea y que él no se ha parado a admitir como privilegios. Tampoco ha tenido que dejarse en ello horas, esfuerzos y mil frustraciones. Ha sido sencillo. Lo sería para ti si fueras tan listo como X, si te hubieras preparado tanto. Hay que trabajar pero no dar la paliza con lo que trabajas, no hacer eso de reconocer el proceso. Simplemente consigue las cosas, haz el favor.

En fin, lo que quería decir en este artículo es esta reflexión que se me acaba de ocurrir. No llevo meses, años, dándole vueltas a esas ideas. A mí es que se me salen a borbotones. También que todo lo que logro me lo debo a mí misma, nadie me ha ayudado nunca, no estoy para nada hecha de todos los apoyos de familia, amigos y compañeros a lo largo del tiempo. Que quede claro.

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