Blog | El periscopio

Perdurar en el tiempo

HAY COSAS que perduran en el tiempo a pesar de todo y de todos. Ejemplo de ello es la feria medieval que ayer y hoy se celebra en Monforte de Lemos. Nació en el año 2002 de manos del gobierno popular que presidía Nazario Pin Fernández, como una especie de ocurrencia y a la vez como forma de que la ciudad tuviese una feria propia, al estilo de las que se extienden por la geografía gallega para ensalzar este o aquel producto típico de la zona.

El caso es que el municipio no dispone de ninguno original que exhibir ante el mundo con orgullo, como tienen en Taboada o en Sober. Bueno, me equivoco. Sí hay uno, pero el caso es que la fiesta no cuajó. Me refiero a la empanada, muy típica y que no falta los sábados en casi ninguna casa monfortina; y a la larpeira, un dulce que dicen que también es propio de aquí. Durante el mandato de Nazario Pin, se intentó hacer un festejo en torno a ellas en el área recreativa de Ribasaltas. La convocatoria duró un par de años y se dejó de organizar porque no tenía tirón y los gastos de organización se disparaban, haciéndola suya los vecinos de esta parroquia, que siguen celebrando el festejo en plan familiar en torno a unas buenas empanadas.

Fue a partir de ahí cuando surgió la idea de la feria medieval. Pin y su equipo la pusieron en marcha con un resultado de convocatoria aceptable, continuando con su organización el siguiente gobierno local, el formado por BNG y PSOE.

Habría que preguntarse los motivos que tuvieron los nacionalistas para continuar con una incipiente tradición, 14 años después plenamente consolidada, pues su llegada al Ayuntamiento coincidió con la desaparición de otras cosas dejadas en herencia por el Partido Popular, como las fuentes ornamentales que había en la zona de A Compañía, en A Florida y en la Praza de España, que fueron arrancadas de cuajo para desaparecer para siempre de la vista de todos.

Dicen que las ferias medievales están de moda y que las del vino tienen los años contados

Y es que cualquiera que llega a un Ayuntamiento quieren dejar su impronta, algo que perdure en el tiempo, pensando que los vecinos se acordarán 30 años después de quién fue el padre de la idea y reconociendo su acierto, como si la memoria no fuese frágil.

Así, los nacionalistas intentaron dejar su huella con la conocida como fiesta del río, un certamen que no llegó a cuajar a pesar de todos los intentos y esfuerzos realizados para que se consolidase, rematándola la crisis económica y la obligación de redistribuir mejor los fondos municipales para atender necesidades de primera mano.

Pero, volviendo a la feria medieval, ¿dónde radica su éxito? Hay quien piensa que influye decisivamente un factor, la fecha. En Semana Santa, son numerosos los monfortinos que trabajan y viven fuera los que se acercan hasta su ciudad natal, lo que llena de gente las calles, hubiese o no feria, pero esta última, y más si consideramos que están de moda este tipo de festejos ambientados en el pasado, tiene un tirón más allá de los propios monfortinos, como lo demuestra el hecho de que la ocupación en los establecimientos ha rozado el 100 por ciento.

Por el contrario, dicen que a la gente se empieza a cansar de las ferias del vino, que se trata de un formato que llega a su fin después, como en el caso de Sober, más de 30 años de vida sin ningún acto original que sirva para relanzarlos. Dicen que siempre es lo mismo, comprar unas botellas o unos vasos de vino y beberlos de pie recibiendo los golpes de la masa que deambula por el recinto.

Sea como fuese, la diferencia entre las ferias gastronómicas y medievales es que mientras en las primeras se apiñan los políticos para dejarse ver, en las segundas o no están o pasan desapercibidos al tener que disfrazarse y, por lo demás, supongo que piensan que ir de conde no quedaría bien, pero tampoco de mesonera.

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