Perdidos

La sesión del Congreso sobre la corrupción fue ayer otra ocasión perdida. ¿Quedan más? Rajoy parece no asumir la penetración y la gravedad del mal. Pedro Sánchez parece que espera obtener rentabilidad de la soledad del Gobierno. Pero la realidad es que poca confianza cabe en que entre ambos sean capaces, se atrevan a aplicar la medicina que asegure un tránsito sin sobresaltos del régimen de la Transición a otra etapa.

Becerreá
El nombramiento de Teresa Romero, la profesional de la sanidad que sufrió y superó el contagio del ébola, como hija adoptiva de Becerreá debería estar para los tres grupos de la corporación, empezando por el de gobierno, muy por encima del tactismo de partido. Quien, como Teresa Romero, puso y tuvo la vida en peligro por atender a un enfermo merece que su nombramiento como hija adoptiva de Becerreá sea una auténtica celebración.

Sin acta, sin sueldo
La presidenta del Parlamento impone la suspensión de todos los derechos como parlamentario durante una semana al diputado de Age Juan Fajardo. Una sanción drástica y extraordinaria. La interrupción por parte del diputado de una intervención de la conselleira de Traballo es la causa. Esta legislatura está definida por el tono bronco, muy bronco, por la pérdida de lo que cabría llamar «cortesía parlamentaria» y, en ocasiones, por la pérdida de las formas. La fuerza de la palabra no se mide por la elevación del tono. No es la rudeza del lenguaje la que da fuerza y credibilidad. Es la profundidad y el rigor de lo que dice. Un debate en el Parlamento no ha de ser una tertulia en un salón victoriano a la hora del té. Tampoco ha de recordar una discusión tabernaria. Esta legislatura, además, no pasará como modélica por su alto nivel en el debate ni riguroso marcaje de la oposición sobre el Gobierno.

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