Blog | Patio de luces

Paquidermo caribeño

Cualquier proyecto parece más difícil de ejecutar en Lugo que en el resto del mundo
La deteriorada valla que cierra el espacio del nuevo auditorio. XESÚS PONTE
photo_camera La deteriorada valla que cierra el espacio del nuevo auditorio. XESÚS PONTE

HACE UNOS DÍAS QUEDABA abierto el primer tramo de la autovía que comunicará Lugo con Ourense. Es el trazado que conecta A Barrela, en Carballedo, con San Martiño, en la provincia vecina. Seguramente, en otro tiempo y en circunstancias distintas, la apertura se hubiese producido de forma diferente, con más boato, pompa y fanfarria. Incluso se habría dejado caer el ministro del ramo o el presidente del Gobierno de España. Para recibir aplausos y halagos de los palmeros habituales. No sería la primera vez. Fue en cambio un acto humilde. El encargado de cortar la cinta fue el secretario general de Infraestructuras -del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana-, Sergio Vázquez. Tengo la impresión de que más que ofrecerle un dulce, lo mandaron a comerse un marrón. A fin de cuentas, las obras han concluido tres lustros después de que se iniciase el proyecto para su ejecución. Terminar un trozo de vía que no llega a nueve kilómetros, supuso doce años de construcción, de modo que ni siquiera quedó asfaltado un kilómetro en cada anualidad. El delegado ministerial reconoció, suponemos que sin ironía, "el trabajo de todas las administraciones" que participaron en su desarrollo, aunque fuese a ritmo caribeño.

También dijo el responsable del ministerio que la apertura de este tramo es "una señal" de la relevancia que le da el Gobierno "a la Galicia interior". Seguramente fue sincero. Habló, a lo mejor sin querer, por este ejecutivo y por otros que hubo antes. Es tal la importancia que se le concede a nuestra provincia que la autovía que tiene que comunicar algún día Lugo con Santiago de Compostela comenzó a gestarse a principios de la década de los noventa. A día de hoy, todavía faltan dos importantes tramos por terminar y no hay fecha, que se sepa, para su finalización. Con suerte, habrán bastado treinta años para completar su trazado. Veremos. La portavoz nacional del BNG, Ana Pontón, decía recientemente en Lugo que las obras avanzan "a ritmo paquidérmico".

No puede decirse tampoco que nuestras administraciones sean ágiles en cuanto a la mejora de las infraestructuras ferroviarias de Lugo. Vemos estos días que Adif, Xunta de Galicia y Ayuntamiento andan de nuevo a vueltas con la estación intermodal. En otras ciudades gallegas hace ya tiempo que han comenzado las obras de construcción. Aquí, para variar, ni siquiera han sido capaces de firmar el convenio para definir cuál es la responsabilidad que asume cada institución y qué cantidad de dinero tendrá que aportar cada uno de los socios para completar el presupuesto total. Hace tantos años que se habla de esta dotación que ya hemos perdido la cuenta. Y seguimos así. Ahora nuestros gobernantes discrepan sobre quién tiene que pagar el aparcamiento subterráneo de la terminal. Ni siquiera se ponen de acuerdo sobre su necesidad. Por supuesto, unos culpan a los otros del retraso. Una demora inaceptable que, como otras, casi parece una burla a los lucenses.

Todo parece más difícil en este lugar del mundo. Después de esperar quince años para que la Xunta de Galicia construyese y equipase el nuevo auditorio de la ciudad, no fue sin tiempo, esa gran infraestructura cultural permanece cerrada. El Ayuntamiento asegura que tendrá que invertir 300.000 euros para ponerlo a funcionar, dado que la obra civil lleva años terminada y muchos de los elementos de la instalación ya no están en garantía. De momento, después los continuos litigios entre ambas administraciones, todavía no hay fecha para su apertura. Cada día que pasa cerrado, el edificio, que hemos pagado todos, se deteriora más y más sin que nadie haya podido disfrutarlo. Para llorar.

Lo que sucede en esta provincia y en esta ciudad casi da para el título de una película de Disney: El ritmo del paquidermo caribeño. Eso sí, el guión es malo como el hambre y no tiene ni puñetera gracia. En vez de hacernos reír, parece que sus productores quieren reírse de nosotros.

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