LA SEPARACIÓN DE poderes garantiza el orden democrático que, básicamente, se sustenta en el Estado de Derecho, las elecciones libres y la economía de mercado. Es verdad que sin Ley no hay democracia, pero también se dice que quien hizo la Ley hizo la trampa.
A menudo tropezamos con serias anomalías como la politización de la Justicia y viceversa. Pero la desjudicialización del procés es una vuelta de tuerca más al ya apretado y oxidado tornillo de la independencia judicial. Con el varapalo del CGPJ al Gobierno para defenderse del acoso y la nada sana designación de Dolores Delgado como Fiscal del Estado se adivina un movimiento que sugiere intervencionismo estatal.
Desde la moción de censura, Sánchez ha demostrado que viene para quedarse. Pero además de pactos y coaliciones inimaginables, necesita controlar con ideología intervencionista ejecutiva el debate político, la justicia, la economía y lo social. Para ello hay una ofensiva destinada a sujetar férreamente lo público y lo privado.
Esa intromisión a través del Estado en las vidas de los ciudadanos, que la coalición monclovita de hoy ensayó con osadía en el Ayuntamiento de Carmena, puede garantizar la continuidad de Sánchez en Moncloa, aunque para ello tenga que aceptar una reunión con el inhabilitado Torra en Barcelona, una mesa de negociación de igual a igual, rebajar la condena por sedición que la oposición ve como indulto exprés encubierto, no introducir como delito el referéndum ilegal pese a prometerlo y acordar una consulta de dudosa legalidad después del golpismo separatista condenado por el Tribunal Supremo.
Eso es el intervencionismo, una acción conjunta de ingeniería política con el objetivo intencionado de beneficio partidista que puede modificar el modelo de Estado. Como dijo Luis XIV, el Estado soy yo. Y en este caso el Estado es el Gobierno de coalición que para sostenerse y aprobar los Presupuestos necesita satisfacer la voracidad de sus socios.
El intervencionismo tiene sus matices y sus marías, su grado mayor y menor. La desjudicialización es caza mayor, pero también se hace ingeniería intervencionista con el pin parental, la histeria igualitaria que prioriza para cargo público del Ministerio de Igualdad ser mujer mientras penaliza ser hombre o el llamado lenguaje inclusivo. La ministra Celáa ha llegado a decir que "los niños no son de los padres", lo cual siguiendo el esquema intervencionista significa que el Estado quiere participar activa e ideológicamente en la educación de nuestros hijos como ha hecho el nacionalismo en Cataluña y Euskadi. Con todo respeto para las mujeres, que nunca han sido ni serán el sexo débil, se ha instalado en política la obsesión por la ideología de género hasta rozar la vulneración de la igualdad del hombre. El criterio ha de ser siempre la preparación y el conocimiento, sin distinción de género aunque con empeño de paridad. Pero a ve veces parece que se impone un intervencionismo feminista muy ideologizado nacido del "compañeros y compañeras" cuya finalidad colateral más impura es el rédito electoral.
El lenguaje inclusivo es otro mareo repentino causado por el mal del intervencionismo hasta que la Real Academia Española lo ha frenado con cabal sabiduría. Si la RAE considera que la Constitución está bien redactada en el uso del masculino y el femenino salvo matices muy concretos relativos a la Corona o los discapacitados, habrá que buscar otra manera menos intervencionista e imaginativa para reformar la Carta Magna. El masculino genérico se irá adaptando al lenguaje de la calle, pero no por la imposición intervencionista de una clase dirigente instalada en la ideologización feminista que a veces provoca momentos cómicos como aquel memorable jóvenes y jóvenas de la felipista Carmen Romero, miembros y miembras de la zapaterista Bibiana Aído o Congreso sin Diputados genéricos.
Es intervencionismo el sistema clientelar que genera dependencia social del Estado, tanto a nivel nacional como autonómico. Es intervencionismo influir en las políticas económicas con una reforma laboral o una subida del salario mínimo que puede generar decrecimiento y paro en vez de empleo como avisa el FMI. Es intervencionismo subir los impuestos o bajarlos según la conveniencia electoral sin que ello genere más recaudación. Pero sobre todo es intervencionismo la injerencia ideológica, la exhumación del guerracivismo y el desenterramiento de la confrontación, la división y la crispación.
La ideología siempre tiene como objetivo influir, y en consecuencia intervenir en el comportamiento de la conducta humana dentro del colectivo social. El intervencionismo se caracteriza por la imposición de ideas políticas, morales, éticas, culturales o religiosas dando prioridad al Ejecutivo en el sometimiento del legislativo y el judicial. En definitiva, el intervencionismo gubernamental que representa al Papá y Mamá Estado pretende modelar y actuar sobre la realidad social llevando a cabo el adoctrinamiento político.