Opinión

Pagar para delinquir

MUY CIERTO que la mayoría de los episodios de vandalismo no se desentrañan; los gamberros cuidan mucho de que no se les vea actuando. Otros, los menos, se aclaran, pero la impunidad de que gozan los libertinos quedan sin correctivo o con una reprensión que no disuade a los actores. Mucho peor es que, encima, tengamos que pagar con dinero público a quienes participan en tales fechorías, sea directamente, aplaudiendo o permitiéndolo. Es el caso, no suficientemente desenredado de la ínclita diputada autonómica de Podemos Paula Quinteiro, quien cree que el acta de parlamentaria le faculta para romper retrovisores o defender y justificar a quienes los rompen, como si eso fuese un ejercicio de libertad democrática amparada por las urnas. Lo peor, aparte de la gresca que encendió en En Marea, es que los suyos la arropan, lo cual les transmuta en copartícipes y responsables directos de la transgresión. Los que no son suyos, pero de la misma cuerda empiezan a percatarse del disparate, aunque demasiado tarde para reparar el desaguisado y borrar sus consecuencias. Todo ello refleja cuán improcedente es la inmunidad de los diputados que pisotean las leyes y la convivencia.

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