Opinión

Opacidad

SALVO excepciones que, como en todo, confirman la regla, los políticos solo defienden la libertad de expresión cuando les beneficia. En el momento que les perjudica, cerrojazo al canto. Mejor que no se sepa. La opacidad de Sánchez, desaparecido para no tener que dar explicaciones sobre sus inconfesables cesiones a independentistas y a populistas de Podemos, ha de interpretarse como avance a su talante de transparencia se asiente en La Moncloa, ocultando todo lo que debería saberse. Tiene un secretario de Estado de Comunicación que ya bufó totalitarismo al considerar "enfermiza" la atrevida tendencia de los periodistas por preguntar sobre lo que irrita a su jefe, en vez de adularle. Puede que sea el papel de un gabinete que se humilla ante el poder, pero no el de un profesional de la información, como lo fue el señor Oliver, vendiendo su decencia y su caché al mejor postor. Pero también seguirá latente la tendencia del que será vicepresidente. El señor Iglesias, antes de enmudecer con sus proclamas, cuando era dicharachero y sincero diciendo lo que piensa, expresó su propósito de someter a los medios de comunicación al totalitario estilo de su guía espiritual Hugo Chávez, liquidando a los que no le enjabonaban. Le faltará valentía, no ganas.

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