Opinión

Entre el olvido y el regreso a la fiesta

NO TODO VA tan bien como dice el triunfalismo ni como necesitamos creer para darnos un respiro. Los datos de la población activa y del paro deberían invitar a la prudencia, como la realidad salarial o los jóvenes bien preparados que o no encuentran empleo o trabajan en ocupaciones bien diferentes y por debajo de su nivel de formación. La OCDE acaba de enviar un mensaje realista sobre las políticas de subvenciones al empleo. Mientras las economías privadas han realizado obligatoriamente los ajustes que impuso la crisis, redujeron su endeudamiento, invierten en base a sus propios recursos en gran proporción o se impuso la austeridad en el consumo de las familias medias, no se han aplicado las lecciones en las administraciones públicas, y ahí sigue la gran construcción de superposiciones de administraciones y se regresa a la contratación y ampliación de funcionarios, como si las cuentas del Estado español estuviesen arregladas -su histórico endeudamiento que una subida de intereses convertirá en un gravísimo problema- y como si la eficiencia de las administraciones públicas, incluida la sanidad o los incendios forestales, se resolviesen con un constante incremento de personal. Se han olvidado los mensajes que se leyeron en la gran depresión que se abrió en 2008, y que invitaban y proponían reformas incuestionables, se cierran los ojos a los indicadores que piden prudencia y realismo para dar respuesta a las necesidades de políticas de pactos en términos de multiplicación del gasto. Si la política de comunicación del Gobierno de Rajoy en los años duros de la crisis fue mala, el ejemplo de lo que no hay que hacer, en el tránsito a la recuperación, que exigiría aplicar lecciones aprendidas, vuelve a suceder lo mismo. Prima la versión de mensaje electoral triunfal, que supera la autocomplacencia, lo que alimenta reivindicaciones económicas nunca imaginadas.
 

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