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Las nuevas despedidas

Proc/JFIF/EFE-Calidad:Excelente
Serán unos 17 los años que, repartidos en tres atolondrados cuerpos, corretean por el aula que hasta hoy creían suya para siempre. Medio metro más arriba, la profesora que los acompañó durante su primera etapa escolar charla con los padres; todos con mascarilla, los niños y el barullo que hacen, también. Hablan del futuro y de cómo separa sus caminos. Los pequeños lo serán menos el curso que viene y la maestra cambiará de colegio. La conversación rezuma melancolía por todos lados y se está alargando más de la cuenta, pero nadie sabe cómo echar el cierre. Este virus nos ha robado hasta los momentos tristes. Alguien toma la iniciativa y pone abruptamente el punto final, pero faltan los besos y los abrazos. Los niños, ya sudorosos, no los echan de menos, lo que añoraban era galopar sin sentido con sus semejantes, pero los padres y la profesora sí. Salen al patio envueltos en una extraña sensación, sin saber muy bien si ya se pueden ir para casa. No, no pueden: los toboganes han sido tomados. Otra conversación sin rostros y otra despedida sin besos. Ya en el coche, los pequeños cuentan a gritos lo bien que se lo han pasado. No son conscientes de haber participado en una despedida. Los padres lo dudan.
 

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