Blog | El portalón

Normal y corriente

EN LA COBERTURA del asalto al Capitolio vi a Lorenzo Milá decir que los energúmenos en cuestión no eran terroristas sino "personas normales y corrientes" que creían que les habían robado las elecciones. Qué polisemia extrema es la de esos dos adjetivos juntos. Alguien se describe como normal y corriente y ya tiene mi atención. Se me levantan las orejillas y se me abren las aletas de la nariz, atenta a dar con la retorcida rareza que considera esa persona tan cotidiana y vulgar como para tirar de esa combinación letal de adjetivos y quedarse tan pichi. Por eso mi género preferido de novelas y películas es el de las familias de aparente armonía, "normales y corrientes", en las que rascas un poco y todo se desmorona. Mejor si son suburbanas y reacias a asumir su giro de los acontecimientos porque creían, jajajaja, que la vida era un viaje de progresiva mejora entre A y B. Es que me troncho. 

Portalón. MARUXAPero no puedo fingir que no sé lo que Lorenzo Milá quería decir con "personas normales y corrientes" porque hay una aquiescencia colectiva, un acuerdo global, sobre de qué se habla cuando se dice esa expresión. Creo que puedo decir que lo sé (esta frase me ha quedado un poco de Rajoy) y que no tiene nada que ver con lo que ahí se veía. Es decir, creo que Lorenzo Milá se equivocó. 

Es este un periodista al que Internet le lleva las cuentas y cada tres minutos, más o menos, alguien cuelga la entradilla aquella que dio desde el norte de Italia criticando a los exagerados, a los que vaticinaban el Armagedón que llegó poco después, probando que sabía cero de cómo funcionan las enfermedades infecciosas por vía aérea. 

No quiero ser la listilla que dice "lo sabía", pero es que lo siento, lo soy. Después de esa entradilla mandé un mensaje a un amigo, periodista televisivo como Milá, para predecir que le iba a explotar en las manos, que esa reflexión inicialmente considerada realista y certera se le iba a dar la vuelta y caerle encima como un chaparrón de esos que descarga en cinco segundos y te deja que no vales para mirar. Soy una cobardica y por eso los vaticinios los hago en privado y no en twitter. Así después, si me equivoco, no tengo que dar explicaciones porque mis amigos, bondadosos, no me las piden. Y, además, porque me parece injusto criticar algo así ya que es muy difícil lo que hace gente como Milá. 

En la tele y la radio el enemigo es el silencio, hay que llenar constantemente el espacio de palabras, una tras otra. Si el presentador pregunta al corresponsal, este ha de contestar enseguida. Se tiene medio preparado ese diálogo, claro; siempre conviene hacer el ejercicio previo de pensar qué se va a decir, redactar mentalmente un par de reflexiones, como los políticos, que van a las entrevistas con un titular que colocar. En ese caso siempre hay una pelea: el político quiere endosar su idea y el periodista quiere extraer otra, cuanto más gane el segundo mejor queda la entrevista. 

Lo que quiero decir es que me parece muy complicado saber qué se piensa realmente de algo como para encima tener que decirlo en la intemperie de una calle italiana, a bote pronto y para rellenar un telediario. Siempre me encandila la gente que va dando entrevistas por ahí y contestando lo mismo a las mismas preguntas, los que consistentemente piensan tal sobre tal y consiguen expresarlo si negarse a sí mismos doscientas veces, como un autojudas. Por escrito puedo conservar una opinión, de viva voz, jamás. Me apabulla tanto el silencio incómodo, la demanda de una respuesta, la marciana idea de que tengo que tener una opinión sobre casi todas las cosas, y rápida además, que digo lo que sea, me tiro de la moto y me vuelvo a tirar, te admito crímenes, me rindo toda y, a poco que me apures, me defino como una persona "normal y corriente", sin vacilar. 

O sea que a tope contigo, Lorenzo.